En su discurso en la ONU, Greta Thunberg le dijo a la humanidad que, si realmente entendemos científicamente el cambio climático y aún así no actuamos, somos “malvados”. Esto se debe a que el cambio climático significa que “la gente está muriendo”. Con intención de ayudarnos, también nos dijo lo que debemos hacer para actuar correctamente: en poco más de ocho años habremos alcanzado nuestro límite de emisiones de carbono, por lo que debemos cerrar todo lo que funciona con combustibles fósiles antes de 2028.
Si bien la afirmación de Greta no es infrecuente, sí es esencialmente errónea. En efecto, el calentamiento global es real y causado por el hombre, pero su visión del cambio climático como el fin del mundo no tiene respaldo. El Panel del Clima de la ONU estima que, para la década de 2070, el impacto total del cambio climático, incluso en los ecosistemas, es equivalente a una reducción media de los ingresos del 0.2-2%. Para entonces, cada persona en el planeta será un 300-500% más rica.
No emitimos CO2 con intención maligna. De hecho, es una consecuencia de dar a la humanidad acceso a niveles de energía sin precedentes. Hace apenas un siglo, la vida era desgarradora. La abundante energía hizo posible una vida mejor, sin tener que pasar horas recogiendo leña, contaminando los hogares con humo, generando calor, frío, transportes, luz, alimentos y oportunidades, duplicando la esperanza de vida. Eso no es malo.
La abundancia de energía, principalmente procedente de combustibles fósiles, ha sacado a más de mil millones de personas de la pobreza en los últimos 25 años. Eso es lo opuesto a algo malo.
Thunberg cree que el cambio climático implica que las personas están muriendo, pero el hecho es que los desastres relacionados con el clima hace solo un siglo mataban a medio millón de personas cada año. Hoy, pese al aumento de la temperatura, pero gracias a la menor pobreza y la mayor capacidad de recuperación, las sequías, las inundaciones, los huracanes y las temperaturas extremas matan solo a 20 mil personas al año, una reducción de 95%. Ese es un logro moralmente encomiable.
Poner fin al uso mundial de combustibles fósiles para 2028 es una tontería. La energía verde no está lista para ser la alternativa. Causaría una verdadera catástrofe global, que nos enviaría a la mayoría de nosotros a una pobreza extrema, y es por eso que especialmente los países en desarrollo quieren más, no menos, energía de combustibles fósiles. Lo que necesitamos es energía baja en CO2 que pueda competir con los combustibles fósiles, lo que haría que todos, incluidos China e India, cambien. Ello supone aumentar drásticamente la inversión global en I + D ecológico, algo en lo que hemos fracasado notablemente en estas últimas décadas, precisamente porque los activistas han exigido de manera constante soluciones antes de que estas estuviesen listas.
Por último, Thunberg nos dice que si no eliminamos los combustibles fósiles antes de 2028 las nuevas generaciones nunca nos perdonarán. Esta es una visión miope del primer mundo. Cuando la ONU preguntó a diez millones de personas en todo el mundo qué les preocupaba, respondieron: salud, educación, empleo, corrupción y nutrición. Se preocupan por que sus hijos no mueran de enfermedades fácilmente curables, obtengan una educación decente y no mueran de hambre. El clima fue la último de las 16 opciones, no porque no sea importante, sino porque para la mayoría de la humanidad hay otros temas mucho más apremiantes.
El clima está superando, cada vez más, al resto de asuntos. Un tercio de toda la ayuda al desarrollo, por ejemplo, ahora se gasta en abordar el clima, desafiando directamente las prioridades de los pobres del mundo.
Si bien debemos abordar el clima a través de mayores inversiones en I + D de energía verde, la mayoría de los jóvenes del mundo nunca nos perdonarán si priorizamos el clima por encima de nuestro deber de ocuparnos de la pobreza, la salud, la educación y la nutrición.
* Bjorn Lomborg es director del Copenhagen Consensus Center y autor de los best seller El ecologista escéptico y Cool It. Considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Además, es profesor visitante de la Copenhagen Business School.