Esa dramaturgia donde los silencios exigen paz en medio de las palabras. Con la exigencia de un lector con inteligencia fría, casi sin sentimientos para ver la caída del mundo y, en vez de lamentarse, aprender a sonreír frente al desastre humano que se aniquila por lo que llama progreso. Un autor que para interpretarlo exige maestros de actuación expertos en voces de absoluto continuum , a un ritmo más lento de lo considerado normal. Ahí donde lo no dicho expresa el sinsentido de la letra. Actuar sin que la erudición no asfixie la música de las palabras.
Sin horizonte ni mar ni tierra ni seres. Solo existen encerrados un rey, sus padres y un esclavo: nadie sin porvenir. Samuel Beckett escribe Fin de partida y Agustín Meza dirige. Lo actúan Luis Alberti (lo conocemos por los filmes Carmín tropical, Eisenstein en Guanajuato y Mano de obra) y Adrián Ladrón. Relampagueantes actuaciones con ritmo escénico matemático y, mejor, con la música en vivo de Steven Brown que acompasa los desafiantes parlamentos de la obra publicada en 1957, de atroz contemporaneidad. Hamm y Clov, rey y esclavo, perdidos en el universo vacío, sin sol y estrellas. Nagg y Nell, en el bote de basura, interpretados por H. Alejandro Obregón y Rosario Sampablo.
Allí donde ya no somos nada. El teatro de La Gruta es el espacio para no perderse los gestos, la respiración, el ácido humor del desastre. Imperdible puesta en escena de Agustín Meza, fundador de la Compañía de Teatro El Ghetto. Viajan por todas partes con sus obras. Fin de partida les traerá loas y aplausos. Montar a Beckett es un reto mayor. Montarlo ahora ante tanta vacuidad, mejor. Mejor sería quedarse callado ante este portentoso trabajo pero sería injusto que el público no sepa que en cartelera hay algo para gente sensible e inteligente, dispuesta a aplaudir de pie: a los actores, el músico y el director.
Beckett o Beckett. Los últimos años hemos visto interpretar sus obras por diversos directores escénicos: José Luis Cruz, Sandra Félix y ahora Agustín Meza. Distintos montajes que dan la sensación de búsquedas personales. El mejor camino para no perderse será siempre Beckett, “pequeña plenitud perdida en el vacío”.