Soñó que le decían al oído: “No quieres escribir que tu vida es un fracaso y por eso postergas…”
Se despierta sudado, alterado, confundido. Culpa a su gato porque Bombón está junto a su almohada. Pero no: es el sueño lo que provocó lo que para ese momento era angustia...Se levanta y va por un vaso de agua.
La mente lo traiciona. Le dice: “Si vas a escribir esa historia tienes que decir la verdad. No puedes negarla. Ocultar fracasos es el peor de los sinsentidos. Abre lo que tengas que abrir, así sea el crimen oculto de mentirte por razones de confrontación con los que te importan en la vida. Diles que te equivocaste y que no eres la persona que ha dado todo el tiempo una cara, cuando en realidad eres muy otro”.
Pobre. Ha vivido golpes cerebrales desde que empezó con la idea de escribir un libro para comprender su profesión y se topó con que su vocación era otra realidad. Ahí se ha quedado veinte años desde su primer intento, rumiando una crónica que no termina por contarse. No tiene un problema con la escritura. Tiene un conflicto existencial con las emociones desatadas en su ser interior.
Toma otro vaso de agua. Es de madrugada. El sol no alcanza a salir. Y Bombón a su lado. La soledad lo habita y la incertidumbre se agiganta mentalmente mientras observa la oscuridad a través de la ventana. Nadie cruza la calle. Solo la sombra de los árboles delinean la grisura de la noche. Quisiera aventarse desde el cuarto piso de su departamento, pero no es un suicida. “¿Por qué tuve que creer que sería fácil rehacer la memoria de lo vivido como estudiante joven que anhela alcanzar sus metas?”, se pregunta. Prefiere no contestarse.
Mejor ocultar lo que el sueño ya le dijo: “Cuenta primero tu fracaso y después todo tendrá acomodo. Acepta el rompecabezas y ármate de valor para hacer el círculo de tu vida. Eres tu árbol con tus propios pájaros. Cántate a ti mismo. Despierta ese desasosiego que te perturba cada noche. Escríbelo y descríbete sin concesiones. Es mejor que lo digas públicamente para que empieces a contar la historia de tu fracaso. Que no termine en promesa. Hazlo al menos como un regalo de cumpleaños. Lame tus heridas en el invierno de tu despertar.
“¡Y no vayas con Marilyn Cote!”