Esther Seligson

Ciudad de México /

Saltó dentro de las páginas de un libro una foto que apareció como un regalo a la memoria. En la imagen está Esther Seligson abarcándome con sus brazos. Yo, tímido, río y me abrazo a mí mismo. Al revés de nosotros se lee: “Érase que se era un encuentro mágico y otro y otro más entre la Seligson y el Peralta: el de aquí presente es en Jerusalem, un sábado 6 de noviembre del año de gracia 1993”.

Fue mi maestra de historia del drama en el Centro Universitario de Teatro, en los 80. Leímos a 39 dramaturgos que representaban la contemporaneidad del mundo. A poca gente le digo amigo o amiga. Soy discreto en la utilización del término. No cualquiera es tu amigo/a, siendo honesto. Éramos, eso sí, cómplices de secretos íntimos, inaudibles. Con el tiempo, terminábamos peleando por un montaje teatral o un dramaturgo. Discutíamos la escena y obras de una manera viva, sin tapujos para decir lo que cada uno pensaba. Desde luego, me aplicaba el concepto de “la maestra” frente al “alumno”. Pero no me dejaba. “Aprendiste de la escena pero no del texto para un montaje”, me decía. “Eres una gran ensayista del texto teatral pero conoces menos del montaje”, replicaba. Con tantas discusiones, nos tomamos cariño, en las buenas y en las malas, hasta su partida. Es imposible no recordarla con sus arrebatos imprevistos, que a más de uno tatemaron. Olga Harmony en sus memorias dice que yo prefería más a Seligson que a ella como crítica teatral. Tenía razón. 

La foto me recuerda aquella visita a Israel. Años después me visitó en Madrid, por ahí de los 90… Recuerdos imborrables, más en estos días de guerra entre su país y Palestina. “Acá soy una mexicanísima y en México soy una pinche judía… a entender”. Poco entendemos del mundo árabe y judío, sin duda. Yo defendía y defiendo a Palestina, sin dejar de reconocer al país judío. Una vez me dijo: “las guerras son cupulares, no de los pueblos”. Enorme Esther, gran escritora, a prueba de lectores. Que sigas discutiendo en mi memoria…

No seguí leyendo la novela de Geney Beltrán Crónica de la lumbre: el primer capítulo me fulminó. La muerte de su hijo fue la muerte para sí misma. Su libro Simiente es electrizantemente poesía para levitar. 

Ya mejor me callo. 


  • Braulio Peralta
  • juanamoza@gmail.com
  • Periodista, ensayista y editor. Autor de Otros nombres del arcoíris, El poeta en su tierra, diálogos con Octavio Paz y De un mundo raro, un libro de crónicas de sus personales viajes como corresponsal en España. Publica todos los lunes su columna La letra desobediente.
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