No damos en el teatro el valor que una escenografía sustenta en un montaje escénico. La dramaturgia o dirección y el trabajo de actores y actrices gana comentarios del público o crítica especializada. Pero sin un teatrino de madera, un telón rojo que abre y cierra el espacio vacío, no hay asombro de la palabra con su ritmo lento o veloz, silencios largos o cortos, calidez o frialdad de histriones. Eso exige la atmósfera que logra la eficacia de una instalación como la realizada por Gabriel Pascal a la obra que escribe y dirige David Olguín y actúan Laura Almela y Mauricio Pimentel: La nostalgia.
Hay en la escenografía un estado zen, una especie de clase magistral para quienes suben al escenario con solidez profesional, al lugar donde los actores lloran, ríen, dicen un texto con el alma de la palabra. Me atrevo a jurar que Gabriel Pascal supera esta vez el trabajo del equipo, a pesar de lo que se ha escrito de la obra de Olguín, Almela y Pimentel cual si fueran lo mejor de esta temporada teatral. Me atrevo a decir que no, que el escenógrafo nos transporta a esos viajes de compañías itinerantes que andan por los pueblos representando el espíritu del teatro, nos regresa al origen de tragedias o comedias donde los intérpretes se deshacen para que el público goce el arte de la escena tras proscenio.
No digo nada nuevo del mejor alumno del clásico Alejandro Luna. Pero esta vez me atrevo a decir, contra todo pronóstico de lo ya escrito por la obra, que es lo mejor que vi en El Milagro. No le creo a la crítica. Me atengo al oído y conocimiento y creo que hay estridencia en el montaje y exigente texto de Olguín. Hay incluso una derrota sobre la idea del teatro, que no comparto porque hay público para el buen texto y la calidad actoral con puestas de primera en nuestra cartelera. Ya poco importan Stanislavski o Diderot. Con naturalidad y sensibilidad se puede decir mejor lo que el teatro actual exige. Y mejor, respetando los silencios ahí donde se requiere el timing necesario (ritmo que la obra no brinda).
Olguín falla en su propuesta, aunque tenga críticos y público que le aplaudan. La nostalgia merecería una mejor representación. El arte es una fe que transparenta las almas...