Luca Guadagnino

Ciudad de México /

Un poema visual inusitado. Un reflejo a lo diferente. Una escenografía del pasado. Un retrato de búsqueda interior. Un espejo al cual mirarnos duele alma y cuerpo. Un Edward Hooper en movimiento. Una Ciudad de México pulcra, sin pestilencias. Unos ojos que atraviesan otros ojos. Un colorido donde la naftalina se confunde con el olor a lavanda. Un pesar que ensancha los sentidos. Una mente fría en un corazón ardiente. Una obra para pensar la existencia errante de dos seres en busca de amor (¿o de sí mismos?)

Luca Guadagnino crea una instalación inclasificable para cualquier crítica especializada. Entra al rango de lo extraordinario e incomprensible para gente insensible. Es arte en el sentido estricto del término, lejos del vulgar mercado. Inspirado en la literatura de William S. Burroughs, el cineasta aborda lúdicamente su propia obra plástica, escenográfica, musical, con un vestuario para abordar el amor imposible de personas alejadas de la normalidad, más cerca del precipicio que del éxito mundano. Un drogadicto “criminal” que huye de Estados Unidos buscando opiáceos en tierras donde la libertad agazapada se permite en sitios clandestinos. El cine queda transformado en una historia donde el sueño de la mente se convierte en imágenes hiperrealistas, cuando la vida emerge esperanzada, pese a la tragedia del vivir...

Queer no es una historia donde el cine gay es una odiosa obviedad sociológica. Es existencia en deterioro con el espíritu en vilo. Es la belleza en el horror de las indefiniciones sexuales. Es la otra hombría contra la mariconería juzgada moralmente. Guadagnino crea una película irrepetible que entra desde su estreno como un clásico de nuestro cine y consagra a Daniel Craig como el gran actor que es: del amante de Bacon pasa a ser Burroughs, Dios profano.

Un poema de Xavier Villaurrutia define mejor lo escrito. Se llama “Espejo”, dice: “Ya nos dará la luz/ mañana, como siempre, un rincón que copiar/ exacto, eterno”. Guadagnino no conoce al poeta pero está igualmente en el filme de Cocteau, Orfeo, un reflejo del reflejo en el que se asoman los incomprendidos, en ese hilo diáfano y tenue, el arte: único lenguaje para entendernos universalmente. 

Verla es ser visto. 


  • Braulio Peralta
  • juanamoza@gmail.com
  • Periodista, ensayista y editor. Autor de Otros nombres del arcoíris, El poeta en su tierra, diálogos con Octavio Paz y De un mundo raro, un libro de crónicas de sus personales viajes como corresponsal en España. Publica todos los lunes su columna La letra desobediente.
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