Omara Portuondo, cumples 90... ¡Dos gardenias para ti!

  • MILENIO Retro
  • Carlos Díaz Barriga

México /

Este texto tendría que comenzar con aquella imagen de dos ancianos mirándose a los ojos, que acarician las lágrimas mientras se dicen algo… en silencio. Con el alma.

Eran Ibrahim Ferrer (de quien ya hablaremos pronto) y Omara Portuondo… a cuya salud se ha de brindar con un mojito que sepa a yerbabuena por sus 90 años de vida, viento y voz.

Esta cubana universal nació el 29 de octubre de 1930 en el barrio obrero de Cayo Hueso, en La Habana. Fue la mayor de tres hermanos. Su madre, miembro de una familia blanca de abolengo español asentada en Cuba, que renunció a todo para casarse con un famoso jugador negro del equipo nacional de beisbol… Bartolo Porteando, con quien vivió oculta por el señalamiento social que había a los matrimonios interraciales.

Además de esta buena historia, el pelotero enseñó a la niña una primera canción de la época que marcaría su existencia: Veinte años… una habanera -como se llama a esos temas de ritmo lento y melancólicos-, letra de Guillermina Aramburú y música de María Teresa Vera.

Repaso injusto y veloz. A los 15 años inició en Tropicana bailando; después de incorporó a una orquesta juvenil donde ya estaban César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez y otros iniciadores del movimiento del filin… la Loquibambia Swing. En eso tiempo la presentaban como Omara Brown.

Formó parte muchos años del Cuarteto D'Aída, con su hermana Haydee, Moraima Secada y la gran-diosa Elena Burque, dirigidas por la pianista Aída Diestro; interactuaban y le abrían el espectáculo en aquel legendario Tropicana a figuras como Beny Moré, Bola de Nieve, Edith Piaf o Nat King Cole.

Gran figura musical en la isla desde finales de los años 50, para el sordo mundo Omara no surgió sino hasta finales de los 90 con Buena Vista Social Club. Lanzó su primer disco como solista en 1959… se llamaba Magia Negra, metiendo a la licuadora el sonido de la música cubana con dos cucharadas de jazz estadounidense y una pizca de bossa nova. Era una delicia escucharla cantar Stormy Weather, por ejemplo.

En el cuarteto se mantiene hasta 1967 y ya luego ella sigue carrera solista o cantando en giras europeas durante la década de los 70 y 80 con la fabulosa Orquesta Aragón.

No se estancó jamás. Se interesó por los jóvenes que traían la nueva trova, dándoles todo su valor. Y se acercó bastante. Lo suficiente, por ejemplo, para ser ella quien presentara a dos muchachitos… uno llamado Pablo Milanés y el otro Silvio Rodríguez. Un día fue por el primero, se lo llevó de la mano al segundo y les dijo: “ahí los dejo para que se conozcan, jóvenes. A ver qué pueden hacer juntos”. Y se fue para no interrumpir la gesta de una época.

Llega 1997. Estaba en el momento y el lugar indicado. Metiendo voz en a un disco propio en la planta baja de la EGREM… el estudio discográfico del gobierno. El guitarrista Ry Cooder grababa en la parta alta con un grupo de viejos músicos e intérpretes locales, algo que sonara profundamente a la verdadera Cuba.

Era el parto de Buena Vista Social Club... la agrupación de que formaron parte el pianista Rubén González, el trompetista Guajiro Mirabal, Cachaíto López, Aguaje Ramos, Compay Segundo, Eliades Ochoa, Ibrahim... se la toparon en un pasillo y le dijeron: "Por qué tú no subes un momento y cantas algo con nosotros".

Aceptó y sin ensayo alguno, propuso a la memoria de papá… Veinte años, "en Mí menor'. Compay le ofreció hacerle 'la segunda' y sin ensayo quedó a la primera toma; lo demás fue el tsunami del éxito que alcanzó a todos los continentes del planeta.

Todo secundado por el documental del realizador alemán Win Wenders lanzado en 1998, que los fue filmando cuando debutaron internacionalmente en Ámsterdam y en el Carnegie Hall de NY (… el carne y frijol le decían con ingenio los artistas mexicanos); captó con la cámara su forma de vida en La Habana. La escena más entrañable: en el viejo estudio, cara a cara Amara y el viejo Ibrahim, al que por aquellos tiempos muchos lo vieron boleando zapatos en las calles para ganarse la vida, rendido después de una larga carrera musical a la que había abandonado.

Él le pidió a Omara que, por primera vez en su vida, grabaran algo juntos… la amistad databa de toda su existencia. Escogieron el tema Silencio, del Jibarito Hernández. Se metieron al estudio y con Ry Cooder en la guitarra, todos improvisaron. Ibrahim concluye secándole con una caricia dos lágrimas. Se convirtió en el mejor momento del filme aquella única descarga. Una descarga de ternura.

Luego a recorrer el mundo. Con Buena Vista o en solitario. Duetos lo mismo con Serrat que con el Cigala o con Julio Iglesias, haciendo la mexicana Échame a mí la culpa. Con su disco Flor de amor fue nominada a los Grammy y se llevó el Billboard al mejor disco tropical del 2005. A los casi 80 años, llegó el Grammy Latino en 2008, por el álbum Gracias en el que participaron con ella Silvio, Pablo, Jorge Drexler, Chucho Valdés, Richard Bona y Chico Buarque.

Es la última de las divas de la canción en la América Latina del siglo XX. Sigue viviendo en el piso 12 de su departamento en la zona del Vedado, con la vista puesta en el horizonte y el oído en las olas que se estrellan día y noche en el viejo muro del Malecón. Con los pies bien plantados sobre sus características chancletas, que en cualquier escenario del planeta la han mantenido en contacto con la tierra.

Perfecta y finamente definida en su postura política: "la música cubana... no depende del dólar". Nomás.

El colega cubano Iván García dijo la frase con la que nos podemos salvar aquellos que nunca alcanzaremos a decir todo lo que hay que decir de esta dulce mujer: "En Cuba algunas cosas faltan. Pero tenemos a Omara Portuondo".

Dos gardenias para ti.

@diazbarriga1


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