Durante la historia de un país, gobernantes y dirigentes van y vienen, algunos con pena, otros con gloria y muchos más sin uno ni lo otro.
Sin duda todos los mandatarios de una nación tendrán sus puntos buenos y sus puntos malos, algunos serán recordados con cariño y otros será mejor olvidar que un día estuvieron en la silla presidencial.
En México, terminan ya los 6 años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sin duda uno de los presidentes con más popularidad en nuestra historia y que en aquel lejano 2018 tenía a México a sus pies.
Con grandes promesas, gritó a los cuatro vientos que él transformaría a nuestro país y sabe que, lo logró, solo que la transformación no fue para bien.
La pomposa Cuarta transformación resulto en un ejercicio fallido de gobernanza con nulo crecimiento económico y una escalada de violencia sin precedente alguno.
Día a día vimos a nuestro tlatoani pararse frente a la prensa y la televisión para endulzar el oído y mentirle al pueblo mexicano con sus otros datos.
La fantasía de país en el que vive la 4T es una simple y burda faramalla demagógica que pretenden disfrazar con los apoyos sociales, que si bien es cierto ayudan en algo a la economía social, se vuelven insostenibles ante la escasez de oportunidades laborales o de desarrollo.
Nuestro famoso sistema de salud, mejor que el de Dinamarca, agoniza y se vuelve un ente caótico sin pies ni cabeza y mucho menos medicinas y arrastrando una mortandad sin precedentes en la pandemia pasada.
Andrés Manuel nos mintió a todos, la corrupción jamás ceso, a la luz saltan los excesos e imposiciones de su administración, la falta de transparencia en el ejercicio público se volvió una práctica frecuente en este sexenio, por el contrario, nos llenamos de descalificaciones y acusaciones sin fondo, creyendo que por el simple hecho de tener un micrófono se puede acusar y denostar sin mostrar fundamento alguno.
Ni que decir de su pantomima de estrategia de “abrazos, no balazos”.
En estos seis años, López Obrador logro hundirnos aún más de lo que estábamos.
Algunas de las cifras reales de su gobierno nos dejan una herencia de 200 mil homicidios, el sexenio más sangriento en nuestra historia contemporánea, 51 mil personas desaparecidas, a diario 10 mujeres son asesinadas sin que se tenga avance en sus casos.
En términos económicos nuestro país solo creció un miserable 0.9%, la menor cifra registrada en más de 30 años, AMLO se va con 6.6 billones de pesos de deuda, equivalentes al 51.2% del PIB y un déficit fiscal de 6%, algo así como un billón de pesos y 99 mil millones adicionales de deuda en PEMEX, que ya se coloca como una de las empresas más endeudadas del mundo.
A esto súmele las 800 mil muertes registradas en la pandemia y el sin fin de problemas sociales que esto ocasiona.
Sus obras faraónicas que lejos de presentar un bien inmediato, se transformaron en voraces proyectos que exprimen el presupuesto de la nación, aún sin que algunas de esas obras comiencen a funcionar.
Esto fue el sexenio de López Obrador, ese es su legado y por eso será recordado.
Nada que celebrar y nada que se pueda añorar, el inquilino de palacio nacional por fin dejará de aburrirnos con sus ocurrencias y sus mañaneras, demos gracias al padre tiempo que este suplicio termina.
La historia siempre pone a cada uno en su lugar, el tiempo es insensible y crítico ante los números y las cifras, el presidente más popular de México se despide dejando un país dividido, sumido en el encono y la violencia, en el que los números y las estadísticas reales nos ofrecen la verdadera cara de su fracaso.
Que le vaya muy bien en su rancho señor Obrador y por el bien del país, quédese allá.