El trabajo es un factor determinante para el adelanto de las mujeres hacia la igualdad sustantiva; sin embargo, el respeto a nuestros derechos en el ámbito laboral es todavía un todo complejo de avances, retrocesos y dificultades.
Es un territorio en el que la desigualdad de género se manifiesta en injusticias, discriminación, brecha salarial, violencia y afectación a los derechos humanos en general.
Cada año, desde 1988, el 30 de marzo se conmemora el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar con el fin de visibilizar y promover el valor de estas labores para reivindicar los derechos de quienes lo realizan; en América Latina y el Caribe, según datos de la CEPAL, nueve de cada 10, son mujeres.
Ellas se ocupan del cuidado de menores de edad, adultos mayores, personas enfermas o con discapacidad y, en muchos casos, lo hacen de forma adicional a las tareas de limpieza y de preparación de alimentos, sin el pago justo (7 de cada 10), sin horarios de descanso, en la informalidad (90%) y sin ningún tipo de prestación (70%) ni seguridad social (80%).
El hecho de que el trabajo doméstico sea generalmente realizado por mujeres sin educación, pobres, indígenas, afrodescendientes, madres solteras, viudas y, muy frecuentemente niñas y adolescentes, lo convierte en un enorme generador de discriminación y violencias, amén de las brechas salariales que estas mismas realidades imponen.
La responsabilidad de proteger y garantizar las prerrogativas fundamentales de las mujeres que trabajan en el hogar con o sin remuneración, corresponde a todos los sectores de la sociedad, en una acción urgente que ha de involucrar medidas de prevención, sanción y erradicación de las malas y antiguas prácticas -incluso de esclavitud- que pesan sobre las mujeres trabajadoras del hogar, cuya actividad tiene que ser dignificada y protegida.
Es hora de abordar la situación con honestidad, más allá del discurso y de la expresión de voluntad política; es hora de abrir las puertas de esos hogares con la ley en la mano y teniendo la dignidad y los derechos de las mujeres como prioridad para el progreso verdadero de la sociedad mexicana.