Hace unas semanas -antes de que se diera el cambio de presidenta, que no de régimen- tuve la fortuna de escuchar la intervención del periodista Luis Miguel González en un panel sobre comunicación y paz.
Ante las condiciones imperantes en ese momento -que eran similares a las actuales, pero no tan acentuadas como ahora- el también economista lanzó una pregunta tan oportuna como incómoda: “¿Cómo es que nos convertimos en una sociedad que es una especie de fábrica de polarizaciones?”.
Y dio un listado de ejemplos -además de las clásicas entre ricos y pobres o gobiernistas y opositores-, como por ejemplo entre ciclistas y automovilistas, nativos digitales y “tecnosaurios”… así, un solo mexicano puede estar polarizado en no solo uno sino en varios casilleros sociales, económicos o por sus gustos musicales, etcétera. Es decir: por motivos para etiquetarnos , resentirnos y pelearnos no paramos.
Para Luis Miguel habría al menos dos hipótesis iniciales -no limitativas- como causa de esta polarización social en México. Primero, por asuntos no resueltos en nuestra historia, como el tan socorrido tema de la Conquista en las últimas fechas, hasta sucesos más recientes -a lo que añadiría que algunos son “agravios” que posiblemente mucha gente no conocía o no le importaban, pero que le han machacado que sí deben importarle y tomar partido-.
La segunda hipótesis de Luis Miguel González es que somos una sociedad “que ha quedado a deber con respecto a sus potencialidades, damos para mucho más de lo que hacemos”, y principalmente en materia de crecimiento económico con lo cual coincido totalmente.
Esta frustración no solo es generada por la situación económica de la mayoría de los mexicanos, sino también por eventos deportivos -los fracasos en olimpiadas, mundiales de futbol-, certámenes internacionales o concursos televisados. Frustraciones, digo yo, alimentadas y atizadas ahora por diversas vías digitales que llevan, a su vez, al uso de un lenguaje agresivo y desafiante por parte de muchos en las redes sociales y en las discusiones públicas.
¿Cómo podemos evitar caer en este proceso de polarización que pareciera ser obligatorio en México? En una semana le seguimos.