La desaparición de organismos autónomos por el gobierno obradorista no solo es una regresión histórica, sino que va en contra de lo que ordena la Constitución.
La multi reformada Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos lo establece desde su primer capítulo, De los Derechos Humanos y sus Garantías, incluso, en su primer artículo.
“Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de conformidad con los principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad…”.
Está claro: todas las autoridades deben garantizar la progresividad de los derechos humanos, es decir, que aumenten, que crezcan, que sean cada vez más en beneficio de todos los habitantes.
Desprender de los gobiernos facultades importantes para conferírselas a organismos con autonomía política y apartidistas fue, sin duda, un gran avance que se logró en los primeros 18 años de este siglo tras la lucha de cientos de personas y organismos civiles.
Crear institutos como el IFAI primero, ahora llamado INAI que garantizan que el gobierno rinda cuentas de en qué gasta el dinero de todos fue uno de los sueños cívicos más anhelados a lo largo de los años, ya que antes no había manera de saber, por ejemplo, cuál era el sueldo real del presidente o cuánto se gastaban en viajes los políticos.
Estos organismos brindaron al ciudadano garantías de que habría autoridades especializadas en tutelar ciertos derechos muy valiosos expresados en la Constitución.
La desaparición del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales y transferir sus atribuciones a la nueva Secretaría Anticorrupción es equiparable, guardando las proporciones, a regresar la organización de las elecciones a la Secretaría de Gobernación.
Es someter un derecho básico de los ciudadanos a los caprichos de un ente políticamente dependiente de un partido político y de sus líderes que se han caracterizado por ocultar o “reservar” información de sus arbitrarios manejos financieros.
Un viejo activista decía que donde hay luz, no hay ratas. Bien, pues el régimen acaba de romper el foco.