Que oso, ahora resulta que el presidente criminal --él sí un "ilegal", un acosador sexual, un mentiroso y un defraudador--, será quien persiga, encarcele y deporte a quienes llegaron al país en busca de un trabajo que les permitiera escapar de la violencia y la miseria que, con frecuencia, padecían en sus lugares de origen.
Primero los hechos:
Consecuencia directa de la cocacolalización del mundo y de los efectos del virus de la social media a nivel global, el fenómeno migratorio sí ha aumentado. A grandes rasgos, en lo que va del siglo pasó del 1.5 al 3 por ciento de la población mundial.
Para decirlo en otras palabras, el proceso de globalización económica y la revolución en las comunicaciones (además de la creciente inequidad económica, las guerras y la descomposición social que padecen algunas regiones) ha provocado que más personas salgan del lugar donde nacieron en busca de una vida mejor.
Los migrantes son muchas personas, cierto. Pero ni remotamente constituyen esa "invasión" que pregonan los campeones de la derecha extremista. En cualquier caso, representan un muy pequeño segmento de las poblaciones de casi todos los países.
Eso es cierto. Otra historia es la utilización de un fenómeno que obedece a las "leyes del mercado" (oferta y demanda de mano de obra) como una bandera política para canalizar la frustración y el enojo de enormes segmentos sociales. Se trata de un relato brutalmente semejante al que, en la Europa de hace un siglo, llevo a satanizar, perseguir y aniquilar a millones de gitanos y judíos.
Debemos reconocerlo: el nacional-populismo ha resultado una gran fórmula para volver a encender las hogueras del racismo y la xenofobia.
La cacería, encarcelamiento y deportación de 1.5 millones de "illegales" con algún tipo de antecedente judicial (desde una infracción de tráfico o un DUI), será un primer paso del presidente Donald Trump para cumplir su promesa de "limpiar" Estados Unidos.
Utilizar la inmigración como chivo expiatorio de los múltiples problemas que padece el planeta resulta particularmente doloroso siendo Estados Unidos, una nación nacida, justamente de una promesa de inclusión, tolerancia y libertad. Vaya Día de Acción de Gracias le espera a la sociedad estadounidense el jueves de la próxima semana.
En lo personal tengo pocas dudas de que, en lo inmediato, sí va a funcionar la retórica aislacionista de la próxima Casa Blanca. Las herramientas tecnológicas al alcance de las autoridades facilitarán el montaje de esas "redadas masivas" que serán vitoreadas dentro del planeta MAGA, lo mismo con la continuación de las obras de ese "grandes y hermoso muro fronterizo", el cual será básicamente un elefante blanco porque será México --su gobierno, sus militares--, quienes seguirán haciendo el trabajo real para sellar su frontera norte.
Y aunque habrá industrias completas que sufrirán la falta de esa mano de obra barata que proporcionan los inmigrantes --albañiles, jardineros, carniceros, trabajadores agrícolas, de limpieza, meseros y cocineros, etc.--, Mr. Trump seguramente sabrá obtener ganancias políticas con las complicaciones económicas que surgirán.
Los verdaderos desafíos vendrán después, poco después: cuando más estadounidenses descubran que su situación económica no mejorará persiguiendo a los haitianos acusados falsamente de comerse a sus mascotas en Ohio, cuando tengan que confrontarse con el apetito imperial del neo-zar ruso y, sobre todo, cuando la creciente ola de poder económico que viene de Asia comience a pasarles la factura.
Aunque claro, en ese momento Trump y los suyos podrían volver a echar a andar la maquinaria del odio y las mentiras. No sería la primera vez.