Además de excusa para recordar el maravilloso trabajo periodístico de Alan Riding de hace 40 años, Distant Neighbors, A Portrait of the Mexicans, el título de esta reflexión busca subrayar la enorme diferencia en la manera en que las sociedades de México y de Estados Unidos miramos nuestra vecindad.
Comienzo por un puñado de hechos:
- Geográficamente ambos países pertenecemos a América del Norte, pero ambas sociedades pretendemos que no: allá nos creen en Sudamérica y nosotros nos pensamos latinoamericanos.
- Poco más del 10 por ciento de la población de Estados Unidos es de ascendencia mexicana y en ningún otro lugar del planeta viven más estadounidenses fuera de su país que en México. La mutua influencia cultural es evidente, aunque intentemos ignórala.
- Al menos desde hace 30 años las dos economías viven un profundo proceso de integración (desigual, imperfecta, pero abrumadora). Juntas, con Canadá, conforman un bloque que representa casi una tercera parte de la economía mundial. Y sin embargo, el concepto mismo de "libre comercio" sigue siendo anatema en los tres países.
- Hay sectores completos de las economías de México y EU que dependen totalmente de la mano de obra o el capital del otro país. Y todavía hay quienes lo niegan.
- La inmensa mayoría de las armas con que se mata en México vienen de Estados Unidos. La inmensa mayoría de las drogas provocan muertes de estadounidenses llegan desde México. Aunque el juego de las recriminaciones mutas sigue siendo políticamente rentable.
- Sea por remesas, turismo, comercio, o inversión directa, la gran mayoría de los ingresos de divisas a México tienen su origen en Estados Unidos. Y aún hay quienes lucran con aquello de que "¡El que no brinque es yanqui!
- Los latinos --66% de origen mexicano--, constituyen el segmento más joven y dinámico de la sociedad estadounidense. En pocos lustros se constituirán como la minoría más grande en un país sin mayorías raciales. A pesar de lo cual, el racismo y la discriminación siguen siendo una realidad.
Entonces, ¿cómo nos ven desde el norte? La respuesta es muy sencilla: no nos ven. Como nos ocurre con Guatemala... casi nunca pensamos en el vecino pobre del sur. Así es desde Estados Unidos; el estadounidense promedio difícilmente mira hacia México (salvo Cancún o Tijuana).
Ahora vamos a las percepciones patrocinadas, las fake news:
• "In Springfield They are eating their dogs, the people that came in They are eating their cats, They are eating the pets of the people that live there". Al re-destapar, en 2016, la caja de Pandora del racismo y la xenofobia el señor Trump encontró una beta política formidable (la misma que el señor Hitler): canalizar contra un grupo social sin mayor músculo político (los inmigrantes) las frustraciones, los odios y peores prejuicios de decenas de millones de estadounidenses que lo llevaron a la Casa Blanca.
• Si bien hay decenas de millones de personas, sobre todo en las grandes ciudades, que reconocer el "trabajo duro", la riqueza cultura y las aportaciones económicas de los inmigrantes, buena parte de la mayoría blanca y evangélica de Estados Unidos --y otros países ricos--, compró el cuento de los "bad hombres", "violadores" y ahora, "come-gatos".
• Aunque no se corresponde con la realidad, en el Estados Unidos de hoy, sobre todo en el discurso político, decir inmigrante es decir "Mexican": un término que con frecuencia tiene connotaciones negativas y se asocia con "ilegal" (aunque más del 90 por ciento hayan nacido en ese país o cuenten con un estatus migratorio completamente documentado) y se considera que no hablan inglés y viven en pobreza, aunque ninguna de esas cosas sea verdad.
Obvio, Estados Unidos es un país enorme y complejo. Extraordinario en varios sentidos, pero con profundas cicatrices de discriminación y odio racial. Buena parte de su propia sociedad padece también las consecuencias del capitalismo salvaje en el que los "one-per-centers" (Trump y los suyos) lo tienen todo, mientras el otro 99% sobreviven con carencias y todo tipo de frustraciones.
Es ese Estados Unidos el que en tres semanas elegirá a su próxima presidenta o presidente. Kamala Harris (D) o Donald Trump (R).
La opción pareciera sencilla: Un camino nuevo, de esperanza, representado por la primera presidenta de su historia. O el regreso de la retórica incendiaria del nacional-populismo encabezado por un "violentador sexual" ya sentenciado. Believe it or not, no lo es.