Como parte de los efectos del cambio climático, los últimos años se han caracterizado por el aumento en la frecuencia del número de fenómenos extremos como inundaciones, olas de calor, tormentas, sequías e incendios forestales. En el sector agropecuario, debido a su alta vulnerabilidad, estos impactan gravemente y comprometen los rendimientos y la seguridad alimentaria. A pesar de la evidente amenaza, muchos tomadores de decisiones eligen ignorar el tema, relegándolo a un segundo plano y convirtiéndolo en un objetivo de baja prioridad.
Este “negacionismo” es aún más grave cuando la falta de acción recae sobre los pequeños productores, que, en América Latina y el Caribe (ALC), representan un 80 por ciento del sector y es donde se produce la mayor parte de los alimentos para el consumo interno de los países de la región. Esta situación aumenta los riesgos que dificultan el alcance de la sostenibilidad y comprometen el bienestar de comunidades enteras.
El sector agrícola mexicano es uno de los líderes en América Latina. (1) México es el principal país productor de hortalizas en la región latinoamericana y ocupa la segunda posición en el cultivo de fruta (2) , solo por detrás de Brasil. Si bien la participación del sector en el PIB es relativamente baja, 2.7 por ciento, su papel en la economía es importante debido al constante flujo de inversiones extranjeras y al interesante papel de las agroexportaciones, como es el caso del aguacate y las hortalizas.
Al igual que la gran mayoría de los países de ALC, 80 por ciento de los productores agropecuarios es considerado pequeño, con menos de cinco hectáreas, y responsable de más del 40 por ciento de los alimentos producidos, además de proporcionar empleo a aproximadamente el 60 por ciento de la población del sector. Estos datos marcan la necesidad de integrar todos los segmentos del sector agropecuario, prioritariamente a los pequeños productores, en programas nacionales de seguridad alimentaria.
Es crucial generar modelos de producción y desarrollo que puedan integrar la sustentabilidad económica, climática y, además, cubran la demanda por alimentos, fundamentándose en sistemas de manejo intensivo sustentable, que incluyan procesos de innovación que incorporen eficientes sistemas de manejo y tecnologías.
Los pequeños agricultores que desean aplicar prácticas más productivas e invertir en mejores insumos y tecnologías agrícolas enfrentan múltiples limitaciones como la pobreza, inseguridad alimentaria, pequeñas y remotas áreas con malas condiciones de infraestructura y seguridad, dependencia de la agricultura de secano y baja productividad. A menudo existen situaciones en las que el suministro de tecnologías agrícolas es limitado, o los conocimientos necesarios para la adopción de tecnologías no existen o no están adaptados a las necesidades de la región. Además, situaciones en las cuales los mercados financieros y crediticios son inexistentes o inaccesibles.
La ampliación en el alcance y adopción de tecnologías y sistemas innovadores de producción deberá actuar en dos dimensiones. La primera incluye los aspectos técnicos de las nuevas herramientas, mientras que la segunda es la dimensión social, que deberá establecer mecanismos que den oportunidades a pequeños productores para su integración al mercado, mejorando su competitividad y eficiencia en el manejo de recursos, contribuyendo al mismo tiempo a la sostenibilidad de la economía rural. Esto permitirá el desarrollo de estrategias de producción sustentable económica y ambiental, que reduzcan la pobreza en sus comunidades.
La necesidad de adaptar los sistemas productivos de este fragmento de la población a las nuevas tecnologías es especialmente crítica. Por otra parte, no siempre encuentra a los productores preparados al cambio debido al desconocimiento de los aspectos básicos de la nueva tecnología. Como consecuencia de ello, los resultados productivos no siempre son exitosos e inclusive generan resultados adversos a los buscados.
En este contexto, la extensión rural deberá cumplir un papel clave en la transferencia de la tecnología y transformarse en el catalizador del proceso por intermedio de herramientas que faciliten el flujo de información entre el extensionista y el productor, permitiendo el entendimiento de que la nueva tecnología no es solo un instrumento sino una nueva metodología de trabajo. Existe una verdadera necesidad de crear una nueva generación de productores que estén inmersos en procesos de cambio tecnológico de sus fincas. Esta dinámica de cambio permitirá dar rápidas respuestas a las permanentes amenazas y desafíos del sector agropecuario.
Se deberá fomentar a los productores hacia una mayor participación y activismo en los procesos de diagnóstico y ensayo de soluciones. El objetivo es que el productor logre establecer sus prioridades, tome decisiones y administre sus recursos y medios de producción de manera sustentable. Este enfoque participativo lo deberá vincular con el mercado global por intermedio de la asequibilidad a los conocimientos, nuevas tecnologías y acceso a la experiencia de instituciones dedicadas a la investigación aplicativa, innovación y desarrollo del sector agropecuario.
(1) Ranking de los principales países productores de hortalizas en América Latina en 2022, Statista, Diciembre, 2023.
(2) Ranking de los principales países productores de fruta en América Latina en 2022, Statista, Diciembre, 2023.