Durante su visita oficial a Costa Rica, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, no sólo aconsejó a su homólogo, Rodrigo Chaves, sobre cómo enfrentar la creciente violencia criminal en Costa Rica con “mano dura”, sino que también fue condecorado con la Orden Juan Mora Fernández, el máximo reconocimiento de la diplomacia costarricense.
Luego del encuentro, ambos mandatarios, a quienes parece les cayó como anillo al dedo la llegada de un Trump recargado, anunciaron la creación de una “liga” de países con pensamiento similar al suyo. “Vamos a empezar con una semilla en El Salvador y Costa Rica y vamos a buscar países pequeños de mente clara y propósito robusto: seguridad y prosperidad. Vamos a empezar a trabajar al punto de que queremos formular propuestas conjuntas al resto del mundo”, fueron las palabras de Chaves.
No especificaron en su declaración conjunta si para hacer parte del grupo habría que seguir a rajatabla el modelo bukelista: violar sistematicamente derechos humanos; acosar y amenazar periodistas; concentrar todo el poder del Estado; debilitar a todas las instituciones públicas; cambiar la Constitución a modo y conveniencia; o eliminar a la opoisición a través de artimañas jurídicas. En ese caso, países con gobiernos como los de Ecuador o Argentina, posiblemente tendrían cabida.
El pasado 4 de septiembre, la CIDH exhortó nuevamente al Gobierno de El Salvador a desmontar el régimen de excepción que comenzó a monitorear desde marzo de 2022, y a que restituya todas las garantías constitucionales que se eliminaron y que, hasta hoy, tienen a más de 81,000 salvadoreños en las cárceles.
Desestimando críticas como éstas, incluso provenientes de la misma Asamblea de su país, Chaves elogió la política de seguridad de Bukele y comentó que “valdría la pena aprender esa lección para aplicarla en Costa Rica”, que suma 757 homicidios en 2024, principalmente ligados al narcotráfico, en un territorio que solía ser reconocido por su tranquilidad. Costa Rica se ha convertido en un punto clave para la exportación de cocaína a Europa y Estados Unidos.
En medio de investigaciones que señalan a Bukele y a su familia de adquirir 34 nuevas propiedades de lujo y de aumentar su patrimonio en 9,2 millones de dólares, el presidente de El Salvador busca aumentar su influencia regional, mientras que ante el principal problema que enfrenta la región, la inseguridad, presidentes como Chaves buscan apalancarse en la mano dura, dejando de lado otros factores trascendentales.
La última encuesta Plaza Pública realizada por Cadem, publicada la semana pasada, muestra que a un 42% de las y los chilenos le gustaría que el próximo presidente de ese país tuviera un estilo y forma similar al del gobernante salvadoreño. Tal parece que ningún precio es demasiado alto para pagar por “seguridad”, aunque a largo plazo resulte contraproducente y que las personas más vulnerables sean las primeras en pagar sus elevados costos.