Ocurrió hacia fines de esta semana estimado lector, todos los medios hablaron de ello, criticaron lo sucedido, se sorprendieron de las reacciones presentadas, de las palabras dichas, de los insultos vociferados, pero sobre todo la pobre regulación emocional de nuestros representantes.
Le hablo, como seguro ya está enterado, del zafarrancho de la tarde del jueves donde Morena, representada por Adán Augusto y Miguel Ángel Yunes, y por el otro lado el panista Enrique Vargas, terminaron casi a golpes después de haberse recordado a sus progenitoras y otra sarta de palabrerías soeces y llenadas de folclor.
Hasta el chico verde, Manuel Velasco, terminó en medio de ellos pidiéndoles calma. La cosa no fue para menos ya que se dio en medio de la discusión del reglamento para la reforma al Poder Judicial y al no existir común acuerdo las cosas se calentaron.
Lo que preocupa es justo este tipo de reacciones que se presentan en el Senado de la República, uno de nuestros máximos espacios de representación.
El ejercicio parlamentario debe estar a cargo de gente que además de tener las credenciales adecuadas, sepa ser un verdadero político, estar a la altura de los debates que se generen y saber dar las soluciones pertinentes con la tranquilidad requerida.
Cualquier Senado en el mundo debe ser un espacio de tolerancia y seguro para discutir el mundo de las ideas y que producto de esta discusión sea el común acuerdo para el beneficio de las mayorías.
Es triste saber que esta gente que es cierto, nosotros escogimos a través de nuestro voto y que repito deben ser ejemplo de civilidad, están muy lejos de tenerla, no es posible que con los cargos que tienen, con los sueldos que les pagamos, con las prestaciones adquiridas, estén resolviendo sus diferencias a punta de gritos y empujones cual barrio de clase baja.
El partido en el poder no puede minimizar lo sucedido y quizá por eso el agraviado metió ya a la Comisión de Ética del Senado para determinar si habrá alguna sanción disciplinaria.