Muchos analistas vieron en la extinción del Fidesseg el desenlace de un juego de fuerzas entre el sector empresarial y el nuevo gobierno, vencidas que terminaron a favor de la gobernadora. Pero haríamos muy mal en dar por terminado este capítulo. Los medios habrán de rastrear los restos de esta historia, porque falta ver qué es lo que hacen los vencedores con el botín de guerra. En los discursos apologéticos de los vencedores se dejan ver ya algunos problemas que habrá de seguir de cerca, si en verdad el interés está puesto en el uso correcto de los recursos del extinto Fidesseg. Por un lado, se reitera que no se financiará el “gasto corriente” de las asociaciones. Afirmación reveladora, y a la vez preocupante, porque parte del supuesto de que el desarrollo social consiste en hacer llegar apoyos directamente a las personas gastando el mínimo en salarios. Si seguimos la idea, pareciera que es mejor solución un programa que reparta calentadores solares, con un mínimo gasto en salarios, que una orquesta, que requerirá, básicamente, del pago de maestros. No es solamente un criterio de eficiencia, sino una concepción sobre lo que es el desarrollo social. ¿Es esta la idea?
Se habla de ajustar los proyectos al plan de gobierno, lo que supone que una OSC que trabaje en una línea que no empate directamente con los planes, puede no ser apoyada. Esto nulifica una de las aportaciones principales de las OSC, que es abrir nuevos caminos, visibilizar problemas que pueden estar ocultos para el gobierno. También parte de una suposición extendida pero errónea: que las OSC somos “las manos” o “extensiones” de los gobiernos. Asumimos, sí, la responsabilidad de atender problemas públicos y trabajamos de la mano con el gobierno, pero no somos una simple extensión. ¿Apoyará el modelo la diversidad propia de las OSC? Socializar es una palabra que se usa mucho y significa, en la práctica, convencer a los usuarios de que lo que ya se decidió, estuvo bien decidido. No es lo mismo socializar, que construir algo con participación social, desde abajo. ¡Que no pase desapercibida para el ojo periodístico la construcción de esta etapa del modelo! ¿Será más fácil auditar y tener transparencia en estas condiciones? Es difícil que un recurso tan amplio, que se fundirá con los programas de la Sedenuco, sea más fácil de auditar que un fideicomiso, que tenía bordes mucho más definidos. El riesgo de falta de transparencia es mayor ahora que antes, y será mayor la atención que la sociedad en su conjunto habrá de prestar al manejo de este jugoso botín.