Mario Bezares cuenta lo que significó salir de la cárcel, su reencuentro con las cosas sencillas “y coloridas” de la cotidianidad, de su casa y con su familia, así como el retomar la vida laboral en el escenario y dejar atrás el tiempo que vivió tras las rejas
SERIE PERIODÍSTICA “EL ESTIGMA DE BEZARES” / CAPÍTULO XV
Salgo de la cárcel un 25 de enero de 2001. Llego a casa y veo a mis pequeñines. Fue la alegría más grande de mi vida, el reencuentro de mi familia, con mi esposa y mis hijos. Te digo que yo no me acordaba de muchas cosas, pero de repente empiezo a ver los colores intensos, porque estuve todo el tiempo vestido de beige y alrededor de paredes beige y café.
De repente, te empiezas a dar cuenta de nuevo de los azules y los rojos y demás. Ves tu casa nuevamente, donde tu hijo pequeño (Alan) te la presenta: aquí duermo yo papito. Aquí está mi cuarto de los juegos, papito. Este es el cuarto de mi mamá, en el que algunas veces duermo yo también, ahora que ya vas a estar aquí, ¿si me vas a dar chance de dormir con ustedes, papito?
Esa gran euforia de que todavía no te la crees tampoco, de que ya estás afuera y que vienen y te sacan para irte a un noticiero a dar entrevistas, el ver las calles y las luces, el darte cuenta del gran valor que puede tener el ser humano al tener su libertad, que es uno de los valores más grandes que puedes tener.
Me levanto en la mañana, me meto a bañarme y de repente me pongo en el vestidor y le digo a Brenda: ¡Mi vida!, ¿dónde están mis boxers?, —Ahí en tu cajón—, -—¿Y cuál es mi cajón?—, —Ay, pues el que está al lado izquierdo, hasta abajo—, -—¿Y dónde están mis calcetas? ¿Y dónde está mi ropa?—Todo eso se había borrado de mi mente. Tu mente está completamente nula y en blanco. No sabes cuáles son las calles de la ciudad, no sabes por dónde te tienes que ir para llegar a Reforma, por ejemplo.
O de las cosas que prometí, como ir a la Basílica, visitar otros templos y demás, ¿cómo me voy para allá? Llegar a un estudio de televisión, que te reciban, o que llegues a un programa y que todavía sigan insidiosos al que tú saliste, ¿pero qué onda contigo? ¿Por qué saliste? ¿Por qué estás aquí? ¿Cuál es esta cuestión? Algunos te insinúan que eres demasiado influyente para poder haber salido.
Otras con el recibimiento maravilloso, ¿qué te puedo decir? Yo estaba muerto de pánico y en shock. Fue muy fuerte, todavía año medio, yo vivía de pánico, no tenía ni voz ni voto porque ahí adentro no tienes voz ni voto, o haces o haces y se acabó. Al salir yo era como niño chiquito.
***
Había cierto rechazo de mi mujer. Ver a una persona después de un año y medio que no dormía en la cama. Yo veía cómo se levantaba exaltada a voltear a todos lados, y volteaba a verme y como que no creía que yo estaba allí. Y se ponía a llorar y le decía, —Ya estoy aquí—, pero como que yo olía a cárcel, sentía que por mi culpa ella sufrió muchos embates y muchas cosas y muchos rollos, y sentía yo eso…
Yo le decía a Brenda: yo no tuve nada que ver con esto, perdóname, mi amor, que te llevé de refilón, pero créeme que yo no tuve nada que ver con esto.
***
Voy a Tv Azteca, me dan mi programa, pero quiero hacer uno con mi mujer, y no me dejan hacerlo con ella. Después me reducen el que iba a ser un programa de dos horas, a una hora y media, luego a una hora, y luego a media hora, porque me empiezan a hacer una guerra psicológica muy fuerte, unos directivos que ya no se encuentran ahí. Martín Luna, que en paz descanse, era el único que me protegía como director de Programación, y me decía, —No les hagas caso, hombre, yo soy aquí el mero mero y si tú entras y se acabó.
Inicia mi programa que se llama Ya llegó Mayito. Si tú me dices qué hacía, no me acuerdo, yo lo hice por ósmosis. Conecté mi casetera y vámonos. El buscar la manera de hacer reír, de hacer el chiste, el que te sientas así que todo el mundo te está mirando, y que dices ¿qué hago?
Antes de mi programa me invitan a hacer show a Monterrey en un antro, para hacer mi primer show, y mi primer show sobrio, porque de todo lo que sucedía, yo trabajaba borracho, y me acuerdo de todo mi proceso de cuestiones de comedia, de hacer una especie como de stand up, y fíjate lo que era, cómo empiezo mi show: Entraba yo con el público, todo el público, pues por morbo o lo que tú quieras, estaba abarrotado el lugar y llego y digo —Buenas noches soy Mario Bezares— y era un silencio. Digo, —¡Ah! perdón, creo que no me reconocieron—, me meto y saco una rejitas y pongo mi cara en las rejas. Dije —¿Ahora sí ya saben quién soy ¿verdad?—, —ja ja ja ja ja—.
De esa manera yo rompí el hielo y practicaba incidentes de cosas, como de la Manterola y no precisamente Paty, sino la vocera de la Procuraduría; hacía el chiste de que me gané un auto jugando billar, pero de formal prisión… y todo eso estaba conformado con todo lo que me acontecía, pero muerto de miedo, miedo a la inseguridad que yo mismo tenía y que me habían provocado estando allá adentro.
Hasta que un día en Sonora me presento en un show y un señor se levanta enojadísimo. Dice — ¡Ya no Mario, ya no, esto ya no lo necesitas!—. Me destruye mis rejitas. Me dice — ¡Ya, olvídate de todo eso, eso es pasado y tú eres inocente y tú eres nuevo y vamos a resurgir!— Y el aplauso, y todo el mundo se pone de pie, y me da un aplauso y dije — y ¿ahora que show hago?—.
Y me empiezo a acordar de chistes, pero chistes ya de nada, de viejitos y de parejas, y canté y bailé y la gente me lo agradeció tanto por primera vez después de casi cinco u ocho shows… siento que ahí me liberé de esa carga carcelaria. Entonces tuve que renovar mi show, tuve que volver a hacer otras cosas, y más que nada a empezar shows de improvisación.