Está en razón el oficialismo al afirmar que México vive una profunda transformación, pero es artera y devastadora, porque privar de independencia al Poder Judicial (para someterlo al Ejecutivo) y desaparecer a órganos constitucionales autónomos que han prestado enormes servicios a la población dará entrada al gobierno de un solo individuo, con poder omnímodo, y sin quedar obligado a respetar y rendir cuentas a los gobernados.
México no será una república democrática, y se convertirá por tiempo indefinido en el botín de un líder delirante, fundador de una secta con feligresía de engañados y abyectos.
Se dice ingenuamente que Tartufo pronto será un anacoreta recogido en su rancho (de popular nombre) y que lo sustituirá una mujer fuerte, inteligente, científica, muy agraciada y comprometida con las causas más nobles, a quien nadie le impondrá acciones ni decisiones.
¡Qué mayor bendición podría recibir México que ser gobernado por una mujer así!; pero no es tal, sobran evidencias de que está completamente sometida al capricho y al poder de su progenitor político. Contra los hechos no valen argumentos: hasta hoy solo replica magistralmente las palabras, la voz, los gestos, los tonos y los enconos de quien la entronizó; comprometiéndose públicamente a llevar hasta sus últimas consecuencias la vasta y destructiva agenda legislativa que le impuso, con fuerza de verdaderas Cédulas Reales, el dueño y señor de la secta cuatrotera.
Lo más nefando de esta infamia consiste en que el nuevo gobierno no tendrá que violar, como el actual, la Constitución y demás leyes, pues su mayoría en el Congreso (y aplastado que sea el Poder Judicial) las modificará a su antojo, para que sus arbitrariedades queden revestidas formalmente de plena legalidad; sin trámite, recurso ni autoridad para la defensa de los gobernados.
Más de 50 millones de “mascotas” sometidas con mendrugos; el crecimiento poblacional; el aumento en el costo de la vida; la delincuencia y la impunidad; la migración; las exiguas finanzas públicas y la creciente deuda del Estado; la juventud olvidada (parte de ella capturada por influencers y reguetoneros); el Ejército empresario; la fuga de capitales; la subordinación a EU; la clase política corrompida; la sociedad dispersa y enconada; la “limpia y democrática” elección de Estado; esos y otros son los inmensos desafíos de México.
Por eso es imperativo luchar con denuedo, sin odio ni violencia, sin dar ni pedir cuartel, para que fructifique principalmente en las mujeres y en los jóvenes el bien ser para el bien vivir.
Venezuela es un ejemplo trágico de a dónde no debemos llegar; y es también el ejemplo luminoso de un pueblo enfrentado a su tirano para rescatar su libertad.
México no está condenado a vivir atropellado seis años, 25 o más, para poder despertar.