Con la muy mexicana expresión que encabeza esta columna, el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, reconoció hace tiempo, ante el periodista Salvador García Soto, sus vínculos (que ahora niega) con narcotraficantes. Le confesó que él aceptó la incitación presidencial para ser candidato al gobierno de esa entidad, y acto seguido “le pidió permiso y ayuda” a la organización criminal que señorea en el estado, siendo eso “normal y necesario”. Remató con el clásico: “no nos hagamos pendejos”. Con ese permiso y esa ayuda es hoy un flamante gobernador que goza del respaldo cariñoso de Tartufo, de la señora Sheinbaum y de todos los gobernadores cuatroteros. ¡Más claro no cantan los gallos, ni cacaraquean las gallinas!
Cayó el legendario Mayo Zambada de la única manera en que podía caer: por una traición. A su habilidad para ocultarse en serranías durante más de 50 años se añadían: el dinero sin límites, el respaldo de poblaciones enteras, su custodia por agentes y comandantes de corporaciones policíacas, y su contubernio con empresarios, políticos y gobernantes; empezando con el ínclito “señor gobernador”, amado y protegido por el Buei Tlatoani y sus arrimados. ¿Cuántos gobernadores y alcaldes pueden verse en ese espejo? ¿Es dable negar el imperio del crimen organizado en México?
El oficialismo sólo ha difundido mentiras. Así comenzó y así termina este gobierno. López Obrador y Rosa Isela Rodríguez, secretaria de Seguridad ¡y próxima secretaria de Gobernación! aseguraron que Zambada y Guzmán López se entregaron voluntariamente a los yanquis. El embajador de EU en México (Ken Salazar) los desmintió al sostener que Zambada fue secuestrado en México, pero que en ello no intervinieron agentes de su país. De lo hasta hoy conocido se colige que el único que ha dicho la verdad es el legendario criminal, afirmando que fue llevado mediante engaños a un lugar, para mediar en un conflicto entre su amigo y empresario Héctor Cuén y el gobernador; que no llegó Rocha Moya, pero que ahí fue asesinado Cuén, y él secuestrado, torturado y en seguida expatriado.
El gobierno del estado se halla operativamente ligado al crimen organizado; basta observar el denodado esfuerzo que desplegó rápidamente la fiscalía de Sinaloa queriendo desmentir a Zambada y ocultar el lugar y circunstancias del secuestro del capo y del asesinato del referido empresario (horas después ¡incinerado!). Llegó al grado de simular estúpidamente un asalto y asesinato en una gasolinera, lo que con rigor técnico y científico tuvo que desmentir en pocas horas la FGR.
Pero el oficialismo aprovecha la narconovela como distractor social, para concluir cómodamente la destrucción de las instituciones democráticas y republicanas, e implantar en México, por mucho tiempo, el oprobioso imperio de los Maduritos.