Resulta evidente que México padecerá al obradorato por 6 años más, porque el cambio de mando fue aparente y con tarea impuesta a la emperatriz. La novedad es que viene lo peor, pero adornado con cola de caballo.
Con excepciones como García Harfuch, su equipo responde al capo mayor; trátese del mando en Morena, de la mayoría artificial y reptante de legisladores o de los gobernadores cuatreros; el Poder Judicial quedará también bajo el imperio del que regresó al rancho de donde nunca debió salir; y la mayoría de los órganos autónomos (encargados de moderar y transparentar el ejercicio del poder) serán sustituidos por ventanillas del gobierno a través de las cuales los ciudadanos podremos quejarnos por las fechorías del propio gobierno. En síntesis: arrasaron el Estado de Derecho, la división de poderes, el incipiente federalismo y la naciente vida democrática.
Se ha dicho que la clave de Tartufo para hacerse del poder y mantenerse en él fue sencilla: usar la vía democrática y en seguida demoler la democracia. Se pasó por los entresijos su solemne postulado de “no mentir, no robar y no traicionar”, diciéndose “diferente” y con “autoridad moral”.
Engatusó a muchos con la verdad envenenada de que: “por el bien de todos primero los pobres”, y se dedicó a derramar discursos amorosos y dinero del erario a los necesitados para mantenerlos indigentes, haciendo de ellos una formidable fuerza electoral fiel y agradecida. Fue tal su perversidad que se solazó diciendo que “los pobres son muy agradecidos”, pero no se sabe de tales grupos o sectores de la población que hoy puedan prescindir de esas dádivas y vivir dignamente en libertad. Eso sí: a cientos de miles de mexicanos, según las propias cifras oficiales, los llevó a la pobreza extrema. Evidentemente el nuevo presupuesto federal aumentará las ayudas sociales para tener más votantes cautivos, como si fueran reses al matadero a las que se les da algo de forraje para que no pierdan peso.
No obstante, esa trágica y humillante realidad no es eterna ni insuperable. Simplemente, si los 40 millones de abstencionistas de las pasadas elecciones acuden a votar libre y conscientemente en 2027 sacaremos del gobierno a tan funesta porquería.
En síntesis, nuestro desafío es convencer a los pobres que sus merecidos apoyos oficiales serán cabalmente virtuosos cuando los libere de su postración; convencer a la clase media que todo mal gobierno la empobrece; y recordarles a los ricos que la verdadera felicidad no deviene del monto de sus riquezas sino de que tengan origen lícito y de la solidaridad con que vivan.
Pocos nacen para ser héroes, pero todos debemos ser verdaderos ciudadanos, lo cual nos exige, entre otras acciones, enfrentar con voz fuerte las rufianadas y decidir con nuestros votos un futuro digno para la nación.