Del tres al nueve de julio de este año tendrá lugar en la Ciudad de México The Migration Conference, uno de los encuentros académicos más relevantes en el estudio de la movilidad humana. Durante siete días recibiremos en la Universidad Iberoamericana-de modo presencial y virtual-a especialistas e interesados en la materia, y discutiremos los desafíos que a nivel político, social, cultural y económico enfrentan organizaciones internacionales, iniciativas de la sociedad civil, casas de estudio y Estados nacionales.
Dado su carácter urgente y cambiante, la migración se presenta hoy como uno de los fenómenos sociales que mayor atención requiere. Cada año, millones de personas abandonan su lugar de procedencia y se asientan en otros territorios, fuera o dentro de su propio país. Y aunque para algunas geografías receptoras este fenómeno suele percibirse como una carga política y social, resulta necesario repensarlo y observarlo a manera de una oportunidad de crecimiento y aprendizaje colectivo.
La movilidad humana es parte de la construcción de la civilización. Sin necesidad de hacer un recuento que haga evidente su carácter histórico-antropológico, sí es preciso señalar que los procesos migratorios representan un desafío complejo para los Estados nacionales en su constitución actual. Muchas son las causas del desplazamiento forzado: desigualdad y pobreza, violencia de género, cambio climático, violencia sociopolítica, conflictos socioambientales y violencia criminal. Desde su partida misma, las y los migrantes encaran barreras gigantes. En sus trayectos, la naturaleza inhóspita, la crueldad de los grupos criminales, la militarización de los pasos fronterizos, el abandono y olvido de extensiones enteras de territorio y la corrupción de agentes públicos vulneran la integridad de quienes buscan un desplazamiento sin sobresaltos.
Según la Organización Internacional para las Migraciones, 281 millones de personas eran migrantes internacionales en el 2020, y alrededor de 3.6% de la población global es migrante en la actualidad. Es decir, más o menos una de cada treinta personas se ha desplazado para levantar su casa en un territorio distinto al suyo. México es el segundo país en el mundo con mayor número de nacionales con presencia en el exterior. De acuerdo con cifras del gobierno, casi 12 millones de mexicanos y mexicanas viven fuera de su país. Además, el corredor migratorio México-Estados Unidos se yergue como el mayor del planeta, con un poco más de 2.4 millones de detenciones en la frontera en el último año.
Para 2022, 831 mil millones de dólares eran enviados cada año en calidad de remesas a nivel global. México se sitúa – solo detrás de India- como uno de los países que más dinero recibe por concepto de transferencias hechas por migrantes: alrededor de 61 mil millones son inyectados anualmente en la economía nacional gracias al trabajo que personas mexicanas realizan en el exterior , principalmente los Estados Unidos.
Al considerar estos datos, la discusión sobre las múltiples aristas que presenta la migración deviene una tarea ineludible para el sector académico, gubernamental y la sociedad en su conjunto. El respeto a los derechos humanos y la dignidad de individuos y colectivos debe ser la prioridad de los Estados, tanto en el diseño de políticas de protección a quienes buscan dejar su hogar, como en los sistemas de recepción de personas en tránsito o con intención de radicarse en el territorio de forma indefinida. Las políticas de contención, desarrolladas por la mayoría de Estados receptores, se asientan sobre la falsa hipótesis de que, a mayores restricciones, menores los flujos migratorios. Sin embargo, aunque en los últimos años han aumentado los impedimentos, el número de personas que opta por migrar continúa creciendo. Esfuerzos como los de la Iniciativa Kino para la Frontera, en Nogales, Sonora, que buscan atender a personas en movilidad de manera integral, escuchando sus historias, preocupándose por su salud física y mental y dándoles asistencia legal, son una muestra paradigmática de la excelencia que deriva en incidencia social.
El caso de México es paradigmático porque en él asoman algunas de las contradicciones que describen la situación mundial actual. Si bien el país se mantiene como uno de los territorios que emite un mayor número de migrantes internacionales, se está convirtiendo, a la vez, en un territorio de recepción migratoria. Baja California, Ciudad de México, Chihuahua, Jalisco y Tamaulipas son, en ese orden, las entidades federativas que más acogen a personas procedentes de fuera de México. Como indica el Perfil Migratorio del país, publicado en 2022, entre 2000 y 2020 la población inmigrante aumentó en un 123%.
Este panorama presenta, a partes iguales, retos y oportunidades. Más allá del alarmismo de algunos medios de comunicación, que han retratado la llegada de personas desde la caricaturización, el arribo de personas con proyectos de vida diversos obliga a pensar en estrategias más eficientes de protección, en la creación de una cultura de tolerancia y hospitalidad, y en el aprovechamiento de beneficios inherentes a su llegada. Esto representa una oportunidad tanto en términos económicos -hay una oferta laboral en México capaz de absorber esta migración-, demográficos -dada la inminente inversión de la pirámide poblacional en México-, como sociales y culturales. Después de todo, el intercambio y el conocimiento del rostro del otro están en la base de la historia de la humanidad y nuestros países. El conocimiento de otras realidades a través del diálogo y la convivencia en harmonía develan la faceta más generosa de los seres humanos.
De acuerdo con el Boletín Estadístico de la Unidad de Política Migratoria de 2023, el año cerró con un récord de 778,907 eventos de detención por parte del Instituto Nacional de Migración. Según la Comisión de Ayuda a Refugiados , las solicitudes para obtener este estatus también subieron: 140 982 personas pidieron refugio en el país. Haití, Honduras, Cuba, El Salvador y Guatemala son las nacionalidades con índices más altos de pedidos. Estas cifras no visibilizan los incontables casos de violación a los derechos humanos ni las fosas clandestinas donde presuntamente terminan muchas y muchos migrantes que recorren el país.
Las grandes economías y centros de generación de conocimiento no han prescindido de los aportes que la migración les ha traído para vigorizar su producción y dar fuelle a sus proyectos de innovación e investigación. Estos países han apostado por realizar un ejercicio necesario y fructífero: el de manejar su migración como un reto que, bien gestionado, puede contribuir al desarrollo de cualquier sociedad. Más aún de las nuestras, en franco proceso de transformación económica.
Instancias de la Ibero como el Programa de Asuntos Migratorios (PRAMI), el Programa de Derechos Humanos, la maestría y el doctorado en Derechos Humanos, y la Clínica Jurídica para Refugiados Alaíde Foppa, contribuyen a aliviar las múltiples necesidades que presentan las personas migrantes. La articulación entre el espíritu investigativo, propio de la disposición académica, y las estrategias de defensa de los derechos humanos procedentes de instituciones de la sociedad civil, pueden y deben trabajar conjuntamente para hacer de la migración un hecho social menos doloroso.
En nosotras y nosotros queda la posibilidad de que la migración se convierta en una oportunidad de crecimiento cultural y económico para sociedades como la mexicana, que ya no solo deben verse como universos emisores de personas, sino como destinos capaces de ofrecer futuros de estabilidad y prosperidad. Nuestra responsabilidad no es solamente con la economía o la demografía, sino con nuestra propia identidad e historia. Si crecemos gracias a la generosidad de nuestra migración, somos responsables de integrar al otro, de hacer de la nuestra una casa de puertas abiertas.
COMAR. Solicitudes de asilo 2013-2023.https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/879939/Cierre_Diciembre-2023__31-Diciembre_.pdf