Desde hace varios años, los gobiernos del Estado de Jalisco, y los municipales de Guadalajara, han puesto en marcha diversos proyectos encaminados a convertir el Centro Histórico de la capital tapatía en un espacio emblemático, poseedor de una identidad propia y reconocible para su población y sus visitantes. Se desea que, a través de su patrimonio arquitectónico, las personas puedan conocer las diversas etapas de la historia de la ciudad y ciertos acontecimientos que dejaron huellas en ese espacio, en la sociedad de la época y en sus sucesoras.
Para lograr dicha función didáctica, es indispensable ofrecer a los transeúntes la información que les permita enterarse, in situ, de la relevancia de los inmuebles, monumentos, esculturas, plazas y calles, del Centro, información de la que carecen muchos de ellos. También se espera que las autoridades correspondientes realicen un esfuerzo constante por difundir, a través de los medios y las redes sociales, los datos y productos de los numerosos estudios que abordan la historia de esta metrópoli, que próximamente celebrará los 480 años de su fundación.
Figura entre esos edificios la iglesia El Divino Redentor, edificada a fines del siglo XIX. Sobre ella existe un gran desconocimiento -aún entre los tapatíos- no obstante: su céntrica localización (cercana a la Catedral Metropolitana, entre las calles de San Felipe y Silverio Núñez); su antigüedad (en 2023 cumplirá 130 años de existencia); y, además, ser la única representante del estilo arquitectónico románico, que se originó en la Edad Media europea.
Para mayor referencia, El Divino Redentor se localiza en la Plaza de la Reforma sobre la Avenida Alcalde, principal arteria del Centro. A la antigua plaza de Santo Domingo se le rebautizó con su nombre actual para rendir homenaje a varios de los más destacados juristas, escritores, políticos y militares de filiación liberal y origen jalisciense; los nombres de algunos de ellos se esculpieron en un monumento de cantera erigido en dicha plaza. En ese espacio urbano, además, se libró una de las muchas batallas que tuvieron lugar en Guadalajara, la cual sufrió una gran destrucción durante la guerra de Reforma o guerra de Tres Años (1858-1860). Esto explica la colocación de un busto del general José Silverio Núñez, que murió el 4 de octubre de 1858, combatiendo a los conservadores. La efigie del general Núñez nos invita a recordar a tantos otros soldados cuyos nombres desconocemos, pero que igualmente ofrecieron su vida en defensa de los principios liberales.
El Divino Redentor se encontraba ahí mucho antes de que la citada plaza se convirtiera en un lugar para conmemorar el movimiento reformista, un hito de nuestra Historia. Ignoro si esa transformación se realizó teniendo en cuenta que los constructores de esa iglesia, y quienes la han utilizado siempre, profesan los principios y valores de la Reforma protestante del siglo XVI. En concreto, miembros de la Iglesia Congregacional y de la Iglesia Presbiteriana han acudido a El Divino Redentor a estudiar la Biblia, predicar sus enseñanzas y orar. Estos disidentes del catolicismo pudieron celebrar públicamente sus servicios religiosos gracias a la Ley de libertad de cultos, decretada por el presidente Benito Juárez, el 4 de diciembre de 1860, en pleno fragor de la guerra. Así pues, los elementos que conforman la Plaza de la Reforma nos transmiten diversos mensajes relacionados con la lucha político-ideológica más importante del siglo XIX mexicano: la desarrollada entre conservadores y liberales.
Alma Dorantes González, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Jalisco