Hace algunos años, cuando según cuentan las crónicas políticas del pasado, existió una coordinación metropolitana que, dicen los que participaron, fue clave para que Pachuca y los municipios que la rodean, pudieran acceder a fondos y presupuestos federales para mejorar los servicios públicos, contar con mayor seguridad y ser parte de la Megalópolis, que no es otra cosa más que ser incluidos en el caos urbano y de mala planeación que hay en el Valle de México.
Actualmente, más de medio millón de personas son las que habitan, laboran, conviven y residen más de 3 días a la semana en la zona metropolitana de la capital de Hidalgo.
Estamos hablando de más de 25 por ciento de los habitantes de la entidad, quienes cada vez son más demandantes en cuanto a temas de disponibilidad de agua, acceso a tecnologías, uso de unidades vehiculares, búsqueda de transporte, de casas y una zona segura para laboral, entre otros factores.
Quienes en antaño, inicios de los 2000 y hasta 2010, hicieron lo posible por mejorar la zona metropolitana, al parecer únicamente dejaron una estela de crecimiento desmedido, con negocios que ahora les pertenecen y construyeron casas y zonas residenciales como si se tratara de un juego de mesa para ver quién tiene más.
El resultado es lo que hoy se padece en muchas partes de Pachuca, Mineral de la Reforma, Zempoala, San Agustín Tlaxiaca, Epazoyucan, Zapotlán, Tolcayuca, Villa de Tezontepec y hasta Tizayuca, en donde no hay muchas opciones en lo que sería una región en donde el desarrollo económico igualaría el crecimiento de otros estados como Puebla o Querétaro.
Los presupuestos municipales no se dan abasto para dotar de servicios a la población de dicha extensión territorial; sus casas de salud no atienden a todos o no pueden, no hay áreas verdes disponibles o centros de cultura y esparcimiento. En contraste, hay negocios particulares como centros comerciales y plazas, tiendas para incentivar el consumo y no hay un plan de recuperación del tejido social. Asignaturas pendientes.