Cultura del error

  • Columna de Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte

Puebla /

Errar es humano, pero hacerlo en una cultura donde se privilegian los resultados por encima de los procesos, parece ser más un fracaso que una oportunidad de aprendizaje.

Vivimos en una cultura y en un ritmo que no deja cabida a la equivocación pero sin ésta, no hay mejora ni tampoco aprendizaje.

El error constituye un espacio donde se puede regresar sobre las propias acciones y reflexionar sobre el motivo que tuvimos para hacerlas y, de ser, necesario, revalorar los criterios de nuestras propias tomas de decisiones.

No dejarle cabida a la posibilidad de errar, puede tener efectos devastadores y nulas experiencias de crecimiento y enriquecimiento personal y comunitario.

La historia ha dado cuenta suficiente de grandes descubrimientos gracias a “errores” cometidos:

Un ejemplo fue la a penicilina, descubierta en 1928 por Alexander Fleming, quien, mientras estudiaba bacterias en su laboratorio, se dio cuenta de que un hongo llamado Penicillium notatum había contaminado una de sus placas de Petri y estaba matando las bacterias circundantes, éste fue el origen de este poderoso antibiótico.

Otro ejemplo fue la electricidad de Nikola Tesla y la corriente alterna. En uno de sus intentos de mejorar los generadores eléctricos, hizo ajustes incorrectos, pero estos errores lo llevaron a desarrollar la tecnología de corriente alterna que es la base del sistema eléctrico actual.

Existen más ejemplos de cómo los “errores” han llevado a felices avances y descubrimientos, es decir, en el fondo, son maestros que mejoran y ayudan a idear y pensar nuevos caminos y trazar nuevos horizontes.

Cometer errores nos abre la puerta para recapacitar sobre nuestros propios modos de entendimiento y procesos mentales y hasta emocionales, permite humanizar nuestras prácticas y nos recuerda que, aunque la perfección es imposible de alcanzar, la perfectibilidad es lograble a través de un proceso que amerita constancia y disciplina.

El error también refleja la posibilidad de darnos cuenta de que nuestros modos y aproximaciones a la realidad no siempre son los correctos y que el proceso de alcanzar la verdad y la adquisición de una habilidad o técnica requiere hacerlos muchas veces y fallar en múltiples ocasiones pero que, a medida que nos damos cuenta en qué nos equivocamos, vamos mejorando y corrigiendo el rumbo.

Cometer errores no debe pues, ser visto como un problema y obstáculo, mas bien como una oportunidad de mejora y crecimiento, de perfeccionamiento y aprendizaje.

Existen algunas profesiones, empero, en que errar es altamente estigmatizante y hasta puede llevar a una mala concepción de uno mismo, a la destrucción de la autoestima y, en casos extremos, al fin de un carrera o profesión.

Por ejemplo, el caso de los médicos que, ante una equivocación, en un diagnóstico o procedimiento pueden ver su carrera destruida por la fama que se genera en torno a ellos y aunque fuera sólo un error, pueden ver manchada su reputación de por vida.

Es entendible que, en escenarios donde la vida depende de una persona, cometer un error puede tener tintes fatales; sin embargo, no deja de ser humano; por ello, creo que debemos empezar a cambiar nuestra percepción del error y considerarlo como algo que conduce a prácticas mejores.

Es cierto que el error, a veces, puede tener efectos irreversibles que habrá que afrontar pero ninguno, es motivo suficiente para que la persona se conciba a si misma como insuficiente, mala, decepcionante, incapaz o mala.

Los juicios condenatorios no ayudan a vislumbrar que es a partir de los errores que la vida se va construyendo y que cada uno vamos avanzando en ella.

Tomar los errores como herramientas de aprendizaje permite desarrollar la resiliencia suficiente para seguir avanzando y no dejarnos invadir por la frustración o el desánimo cuando ocurren.

Necesitamos generar una cultura donde el error sea visto positivamente y deje de estigmatizar y marcar la vida de las personas porque más importante que los aciertos son los errores que descubren lo que no conocíamos y, al hacerlo, abren nuevos caminos que aún nos falta transitar.


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