El presupuesto es política hecha números. Prioridad que no está en el presupuesto es demagogia. Son frases habituales que describen la relevancia que tiene el presupuesto para entender hacia dónde va un Gobierno. Fíjese usted si son importantes que en Francia, sumida en una dura crisis política, cayó el primer ministro Barnier por un voto de censura derivado de unos presupuestos que no gustaron a la Asamblea Nacional. O en Alemania, la coalición entre los Socialdemócratas, Liberales y Verdes se rompió por desavenencias sobre el gasto público. Los egresos y los ingresos son la anatomía del Gobierno y, por lo tanto, reflejan el rumbo de país que marcan.
Los primeros presupuestos de Claudia Sheinbaum tienen muchos oscuros y muy pocos claros. Los segundos son, tal vez, la ortodoxia en el gasto tras un último año de López Obrador que se gastó hasta el último clip de su escritorio. Se puso una buena borrachera de gasto el tabasqueño y le tocó a Sheinbaum asumir los recortes. Juzgo que la inversión en trenes –150 mil millones de pesos– es positiva. Paremos de contar, el resto son muchos oscuros.
De entrada, los criterios para definir el presupuesto son de risa. México no crecerá en 2025 entre 2 y 3%. La recaudación no alcanzará las cifras que presupone la ley de egresos, si no se aborda una reforma fiscal. Por lo tanto más déficit que, en buen castellano, supone más deuda. Es decir, ya de partida, Sheinbaum y su equipo económico se hacen trampas en solitario. No obstante, el mayor despropósito está en salud y seguridad. ¿Cómo es posible que se reduzca 12% el gasto en salud luego de un sexenio en donde se superaron los 50 millones de mexicanos sin acceso a servicios de salud? ¿Te puedes asumir como “progresista” cuando gastas más dinero en intereses de la deuda - 3.8% del PIB- que en salud -2.3%? Es cierto que había que recortar luego de la borrachera *obradorista, pero es increíble que se haga con los servicios de salud. La continuación de la guerra contra el sistema de salud público que comenzó López Obrador.
El despropósito no acaba ahí. Sheinbaum y Morena aplicaron un recorte salvaje a las partidas de combate a la violencia y a la inseguridad en México. En total, el recorte a seguridad es del 42%. Y no sólo es a los militares, sino también a la supuesta súper secretaría de Omar García Harfuch. Al “Zar” le dan muchos dientes en la ley, pero eso no tiene nada que ver con su presupuesto. Mucho ruido y pocas nueces. En paralelo, Sheinbaum se reúne con los gobernadores y les pide asumir su responsabilidad en el combate a la violencia. De acuerdo. ¿Y cómo pretende que los gobiernos estatales y municipales combatan a la violencia si Morena lleva siete años recortando los recursos que van a estos niveles de Gobierno? No es sólo un asunto de voluntad, también se necesita inversión. Jalisco, por ejemplo, demandó ampliaciones presupuestales por 8 mil millones y terminó con sólo 614 millones extras, como lo informó Milenio Jalisco en su portada de ayer. El discurso y el presupuesto no están alineados.
Educación también está al fondo a la derecha. Al final, quitando recursos al Instituto Nacional Electoral se logró redirigir 14 mil millones a la SEP. El problema es que el gasto en educación en México está congelado en torno al 3% del PIB. Costa Rica, Uruguay, Argentina, Cuba, Bolivia invierten hasta el doble que México en educación. Las universidades, como la UdeG, vieron que su presupuesto está por debajo de los niveles de inflación. A pesar de rendir culto a Sheinbaum.
Asumamos, la autollamada Cuatroté sólo tiene un principio: dinero en efectivo. Lo único que no recortan son las transferencias. Por más que digan que Sheinbaum tiene personalidad propia, en este presupuesto seguimos oliendo a López Obrador. Destrucción del Estado, repartido a cachitos a través de los cajeros automáticos.