Para México, no es lo mismo Trump que Harris. Los efectos de una segunda presidencia de Donald Trump serían profundos para la economía, la seguridad y la política migratoria de nuestro país. Ahorita debato los efectos. Antes, cómo van los pronósticos a tres días de que los estadounidenses salgan a votar.
Las predicciones (aquí cito a Nate Silver y a The Economist), ponen a Trump con mayores posibilidades de alcanzar la Casa Blanca. Kamala Harris tuvo un arreón inicial potente, pero su fuerza se ha debilitado en los llamados battleground states (los estados en disputa). Son cinco los estados clave (promedio de encuestas): Pennsylvania- +0.2 para Trump); Michigan-+0.8% para Harris; Wisconsin -0.5% para Harris; Arizona-+2% para Trump; Nevada -0.3% para Harris. Por la extrañeza del modelo electoral estadounidense, hay un 75% de probabilidades que Harris gane el voto popular, pero sólo un 42% que tenga la mayoría en el colegio electoral. Algo bastante común en últimos años a favor de los Republicanos. Recordemos Trump en 2016 o Bush en 2000. En realidad, en los últimos 32 años, sólo en 2004 los republicanos han tenido la mayoría en el colegio electoral y en el voto popular.
Las complicaciones de Harris se explican en cuatro variables. La primera es la que referíamos anteriormente: su pérdida de fuerza en estados en disputa. Segundo, no está logrando atraer el porcentaje de votos latinos que históricamente apoyan a los demócratas. Los demócratas, con Obama y con Biden, atrajeron 85-90% del voto latino. De acuerdo con las encuestas Harris no está logrando llegar al 70%. Lo mismo sucede con los hombres jóvenes (mayoritariamente votando por Trump) o los hombres negros (10 puntos menos que los que necesita para ganar ciertos estados). No es imposible que Harris remonte, pero la información demoscópica no es alentadora.
Pasemos a México. Cualquier escenario electoral en Estados Unidos plantea retos para nuestro país. Sin embargo, la llegada de un radicalizado y mentalmente inestable Donald Trump es un serio peligro para la estabilidad de las relaciones bilaterales. El candidato republicano ha demostrado en las últimas semanas que no conoce ningún tipo de contención. Sus frecuentes discursos de odio y las revelaciones de su proclividad a utilizar incluso al Ejército para enfrentarse a sus adversarios han prendido todas las alarmas. Incluso John Kelly, el más longevo jefe de gabinete de Trump, no dudó en llamarlo “fascista” en una conversación con el New York Times. Es común que Trump se radicalice en las campañas, pero lo que estamos viendo en 2024 excede cualquier tipo de precedente.
Un Trump en la Casa Blanca atajaría la migración como su primera prioridad. En la campaña, tanto Trump como su candidato a Vicepresidente -J. D Vance- han dicho que los migrantes son los culpables de prácticamente todo lo malo que pasa en Estados Unidos: el precio desorbitado de la vivienda, la inflación, la inseguridad, la falta de trabajos bien remunerados. Es mentira, pero una parte del electorado de Trump sí cree está simplísima y falsa explicación. No dudemos acciones mucho más duras a partir de enero. El Gobierno de México tendrá que ser -otra vez- el muro de Trump si es que queremos mantener el espacio de libre comercio con los Estados Unidos. Es un déjà vu de 2019. En aquellos días, Marcelo Ebrard aceptó convertir a México en tercer país seguro (para que quien busca asilo en EEUU pueda esperar en territorio mexicano) y movilizar al ejército para impedir la llegada de migrantes ilegales en la frontera sur.
Trump no sólo revisaría el Tratado de Libre Comercio (T-MEC), sino que buscaría hacer una enmienda a la totalidad. El expresidente ha dicho una y otra vez que es un tratado que no favorece a Estados Unidos. Paradójico: fue él quien negoció y firmó la última versión. Como lo hizo hace cinco años, ligará la agenda económica con la política migratoria. De la misma forma, seguirá con la política de aranceles contra China. México sería un favorecido de esta guerra comercial entre las dos potencias, pero sólo si acepta las condiciones de un radicalizado Trump. Una manzana envenenada.
En seguridad, Trump no ha vacilado: va contra las organizaciones criminales que exportan droga a Estados Unidos. En no pocas ocasiones ha puesto sobre la mesa la idea de intervenir en suelo mexicano. Esto supondría la peor crisis entre México y Estados Unidos desde la invasión en 1846-1848. La guerra contra el fentanilo pasa por debilitar a cárteles y en Estados Unidos se ha creado la narrativa de la incapacidad y corrupción del Gobierno de México. Incluso, los demócratas han sido críticos de la situación política mexicana (la reforma judicial detonó señalamientos específicos).
Si el primer periodo de Trump fue un shock de inestabilidad, el segundo será peor. Por eso el magnate eligió a Vance como vicepresidente. Vance no le daba nada electoralmente, pero garantiza que no tendrá acompañantes que le discutan. Tiene al partido Republicano en sus manos. No enfrenta críticas de peso en su partido. No exagero si digo que México se juega mucho de su futuro este martes. Trump seguirá siendo como es. No nos podemos llamar a la sorpresa.