Es tan peligroso amilanarse ante Donald Trump como subestimarlo.
Quien ante él se arrodilla, solo se gana su desprecio.
Quien con él se engancha, cae en su juego y responde a sus bravatas, solo le alimenta el ego y lo impulsa a cumplir sus amenazas.
Como Ronald Reagan, más que un ideólogo, Trump es un actor que sigue un guion y se crece en el escenario, tanto cuando se le aplaude como cuando se le repudia.
La mejor estrategia ante un megalómano como él es la combinación de inteligencia, prudencia y firmeza con la que, en defensa de nuestras y nuestros compatriotas en Estados Unidos y de la soberanía nacional, se conduce Claudia Sheinbaum Pardo.
A punto de salir a escena, el magnate habrá de extremar aún más sus provocaciones.
Dirá —así se siente— que es el amo del mundo y habrá quien se lo crea. Pretende, antes de tomar posesión, que todos los reflectores se concentren en él.
Busca que los pusilánimes se rindan y que sus adversarios, que son legión, desplieguen, antes de tiempo, sus defensas.
Como hace la artillería en preparación de una ofensiva, los grandes medios estadunidenses han comenzado —mirando hacia nuestro país— la tarea de “ablandamiento”.
El problema para Trump es que los tiempos han cambiado.
México no es el Panamá de Noriega ni el Irak de Sadam y hoy las bombas y proyectiles mediáticos hacen ruido, pero no tienen ya metralla suficiente.
En México no gobiernan ni los capos de la droga ni sus cómplices; esos corruptos neoliberales que, sin el apoyo de Washington, no podían mantenerse en el poder.
A Claudia la sostiene, al sur y al norte del Bravo, un pueblo entero y no podrá doblegarla.
Si nos impone aranceles, perjudicará a sus consumidores.
Si realiza deportaciones masivas, se disparará a la postre un tiro en el pie.
Si no combate a los cárteles de la droga estadunidenses, seguirán muriendo decenas de miles de jóvenes en su país.
Que un personaje como él vuelva a la Casa Blanca es, paradójicamente, la muestra de la debilidad creciente de la gran potencia mundial.
Claudia al tiempo que despliega una defensa diplomática razonada se prepara serenamente para lo peor.
Ni le teme a Trump, ni lo subestima, y sabe perfectamente que “el que se aflige —como decía Andrés Manuel— se afloja”.