Si de Ernesto Che Guevara —y como decíamos en los tiempos más aciagos de la guerra en El Salvador— hay que tomar lo más científico: su locura, su ejemplo; de ti, Andrés Manuel, habré de tomar, en lo que me resta de vida, tu terco amor a este pueblo —y a su historia— cuya grandeza y dignidad has rescatado y tu decisión de hacer otra revolución, tan radical y profunda como las otras tres que este país ha vivido, pero esta vez de manera pacífica, gracias al voto consciente y mayoritario de las y los mexicanos.
Rabiosa será la crítica en tu contra por parte de la derecha conservadora. Tacaña, mezquina más bien, será una parte de la izquierda —la más doctrinaria— a la hora de reconocer tu contribución al movimiento revolucionario mundial.
Yo no soy nadie, pero sé quién eres. Reconozco el peso histórico de tu legado; su carácter ejemplar.
Sé que —heterodoxo como eres— abriste un camino distinto a seguir; no solo el posible —como piensan algunos— sino el deseable. El que establece que los pueblos, en libertad y en las urnas han de decidir su destino y el del proyecto revolucionario, transformador que hayan hecho suyo y no el que trazan, con apego a los dogmas, un puñado de dirigentes a su antojo.
La revolución del pueblo raso, una revolución pacífica, democrática, contra la corrupción, que pone por el bien de todos primero a los pobres, que se produce en libertad y donde cualquiera alza la voz sin tener temor a ser reprimido, es la que encabezaste y lo hiciste consciente —como no lo ha estado ningún dirigente revolucionario que haya triunfado antes en nuestro país y en el mundo— de que el poder en una democracia tiene fecha precisa de caducidad.
Entregarás la banda presidencial cuando y como lo marca la Constitución, y te irás a la Chingada, allá en Palenque, Chiapas.
Dejarás en buenas manos tu legado; en las de Claudia Sheinbaum Pardo, la primera mujer presidenta en nuestra historia, y en las manos de millones de mexicanas y mexicanos que te vamos a extrañar, que guardaremos tu legado y seguiremos, con Claudia, engrandeciéndolo.
Aprendí contigo a mirar a nuestro país y a nuestro pueblo de otra manera. Desde la esperanza, desde el asombro y el respeto profundo ante su grandeza.
Aprendí contigo a confiar, a abandonarme a los designios de ese mismo pueblo, a desechar cualquier pretensión de “conducirlo”.
El pueblo es sabio y bueno, dices, y de que tienes razón dan cuenta los resultados de la última elección.
La que has llamado “Revolución de las Conciencias” es la que llevó a la mayoría a votar por Claudia y a dejarle las manos libres, votando por la mayoría calificada, para que pueda construir el 2º piso de la Transformación.
Esa confianza Andrés Manuel que le tienes al pueblo, al que vuelves y en el que de nuevo te pierdes, nos la infundiste a muchas y a muchos.
Esa misma certeza que nunca te abandonó hoy la tenemos, hoy nos guía a millones.
A mí que viví la guerra y sus horrores, que sé de los sufrimientos de los pueblos que ven traicionadas sus aspiraciones de justicia y libertad por vanguardias a las que el poder embriaga; a mí que llegué a creer que moriría con la lápida del régimen autoritario y corrupto sobre mis espaldas, me devolviste la esperanza y me diste razones y fuerza para seguir luchando.
No estarás solo cuando abraces a los árboles y escuches a los pájaros allá en tu finca; estaremos millones contigo.
Ojalá escuches y te acompañe en tus soledades ese clamor que llenó plazas de pueblos y ciudades; el de muchas y muchos para los que ha sido, es y será siempre un honor estar con Obrador.
Te vas Andrés Manuel, pero se queda Claudia en Palacio y, como tú, nunca estará sola; estará a su lado el pueblo raso que en ella se reconoce, que por ella se sabe dignamente representado, porque la conoce, porque la ha visto luchar casa por casa con una terquedad, una integridad como la tuya.
Vete en paz compañero, te decimos. Piensa, escribe, dale a tu familia el tiempo que por dárselo al país te fue imposible entregarle durante tantos años de lucha.
Ya te perteneces y les perteneces, pero estarás siempre con nosotras y nosotros.
Cumpliste compañero, nos cumpliste, “gracias por tanto” como dice Claudia.