Ni en las urnas, ni en las calles, ni en el Congreso, ni siquiera en la SCJN. Aunque le sobran la plata, los trucos sucios, las y los intelectuales y voceros que en los medios ante ella se rinden, la verdad es que a la derecha conservadora simple y llanamente no le alcanzan los votos.
Pudieron vencer los conservadores —imponiéndose contra la razón y por la fuerza— cuando la democracia en México era solo una simulación, los votos se robaban o se compraban y aún no se había consumado la revolución de las conciencias.
Imposible les resulta ahora convencer, con argumentos y propuestas, a esas mayorías que, liberadas por fin del férreo control que sobre ellas ejercía el viejo régimen, tomaron en sus manos el control de su destino.
Uno a uno han ido perdiendo los conservadores los bastiones en los que, después de su derrota en 2018, se habían atrincherado; el INE, el Tribunal Electoral, los organismos autónomos y ahora el Poder Judicial han dejado de servirles y pertenecerles.
No respondieron las multitudes ni a su llamado a votar para volver al pasado ni a su convocatoria a salir a protestar masivamente a las calles. Incapaces fueron sus parlamentarios de ganar el debate en el Congreso. Fracasaron los consejeros electorales que tomaron partido y los jueces, magistrados y ministros que quisieron frenar la reforma del Poder Judicial.
Fracasó también el formidable aparato mediático gracias al cual mantuvieron el poder durante décadas. Gritarán los más influyentes líderes de opinión que “la democracia ha muerto” y ese cuento solo se los creerá esa minoría rabiosa y fanatizada a la que alimentan, desde hace mucho tiempo, con las mismas mentiras.
Agoniza por fin y para bien de México el viejo régimen; pacíficamente, a punta de votos y en libertad —vaya hazaña la de este pueblo— se producen cambios, como la reforma judicial, a la que ya nada ni nadie detendrá, cada vez más radicales y profundos.
De los casi 36 millones de votos, de la fidelidad y la obediencia debida a las y los mexicanos que por ella votaron y a la Constitución que juró defender, es que sacó Claudia Sheinbaum la legitimidad y la fuerza para conquistar, cuando apenas cumple 36 días de haber tomado posesión, esta victoria histórica.