Cada miércoles, desde hace casi tres años, antes de participar en el programa de Ciro Gómez Leyva preguntaba en mi cuenta de X si ese ejercicio de diálogo y debate les parecía a quienes me leían en esa red social o me escuchaban en la radio, un ejercicio pertinente y productivo, y si acaso servía para establecer un contrapeso al discurso hegemónico imperante en los medios convencionales.
El marcador se mantuvo todo ese tiempo parejo; eran casi tantas las personas que opinaban que se trataba de un ejercicio inútil como las que me sugerían, por considerarlo productivo, persistir en el intento. En las calles, por el contrario, la mayoría de la gente insistía en que no dejara de presentarme cada semana y me impulsaba a defender, en ese espacio hostil, a la cuarta transformación.
De todas esas personas que me escuchaban cada miércoles hoy me despido. No lo haré desde el estudio, pues he decidido no acudir a mi última cita. Ya no “me queda la palabra” en ese espacio donde la furia, la intolerancia, las órdenes a gritos y el autoritarismo característico de la derecha conservadora terminaron por imponerse. Que sea la de Ciro, la de muchas y muchos líderes de opinión que, como él, monopolizan los espacios más importantes de los medios de comunicación masiva, rabia sin eco.
No fue la de Ciro, como no la ha sido la de otras y otros conductores de radio y Tv, una graciosa concesión. No fue tampoco la aceptación expresa de un error; se trató más bien de un ajuste mercadotécnico temporal. Abrieron los espacios a voces discordantes porque la realidad, a la que tantos años han dado la espalda y de la que no aceptan ni siquiera referencias, los doblegó. El país va por el rumbo que el pueblo decidió en las urnas y no por el que quisieron conducirlo.
“La cabeza piensa —decía Paulo Freire— donde los pies pisan”. ¿Cómo podrían pensar de otra manera las grandes figuras de los medios codeándose solo con la élite conservadora si nunca pisan las calles? ¿Y de qué otra manera podría pensar Ciro ahora que vive en Madrid, capital de la ultraderecha mundial, guarida de infames como Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto o Carlos Salinas de Gortari? Rabia respiran. Rabia comunican.