Es urgente discutir y crear estrategias efectivas para combatir los factores de riesgo prevenibles de las enfermedades crónico-degenerativas que afectan a nuestro país. Este es un tema del que se habla poco, porque siempre estamos debatiendo entre lo urgente y lo importante, y las tragedias de primera plana se llevan toda la atención.
En la lucha por darle espacio a cada tema, muchas veces el círculo rojo se enfoca en sí mismo, en los rumores palaciegos y las disputas de poder. Olvidamos temas de largo plazo y de mayor importancia. Lo que sucede en la cotidianidad de millones de personas, temas que por su naturaleza personal difícilmente llegan a la arena pública, a pesar de que muchas de sus causas radican en el diseño social.
Por eso, en medio del mar de temas posibles, de nuestra interminable y grotesca crisis de desapariciones, con personas que mueren a causa de inundaciones por fallas de planeación, y con el futuro político dirimiéndose en tribunales, hoy quiero abordar un tema de salud pública que considero urgente llevar a la política pública.
Cito información del ISSSTE publicada en la página oficial de gobernación: “En México, el 70% de los mexicanos padece sobrepeso y casi una tercera parte sufre de obesidad. Además, esta enfermedad se asocia principalmente con la diabetes y enfermedades cardiovasculares, pero también con trastornos óseos, musculares y algunos tipos de cáncer.”
Estamos hablando de una crisis enorme. No atender este problema es ignorar la cuenta regresiva de una bomba para el sistema de salud pública, pero, sobre todo, es ignorar el dolor y las complicaciones que millones de personas enfrentan y que no harán sino empeorar en los años venideros.
De acuerdo con la misma institución: “Los hábitos alimenticios poco saludables y la falta de ejercicio ocasionan el 32% de las muertes de mujeres y el 20% de hombres en el país.” Es decir, la solución radica en la actividad física y una mejor nutrición.
Parecería una obviedad, pero implica un trabajo muy complejo y de altísima prioridad que debe ser central en el diseño de políticas públicas efectivas. No se trata de convencer a la gente de transformar hábitos, sino de diseñar herramientas y condiciones que permitan combatir este serio problema.
Para ello, quienes estamos cerca de los poderes públicos, debemos asumir una tarea que recomiendo pase por los siguientes pasos fundamentales:
1. Asumir la dimensión del problema, no minimizarlo, y advertir efectiva y empáticamente a la población del riesgo que supone a escala personal y pública.
2. Generar consensos públicos basados en evidencia científica de alta calidad y crear canales gubernamentales confiables. Estamos en un momento donde información confusa y peligrosa puede tener efectos adversos.
3. Crear o corregir programas educativos para que la nutrición y la actividad física dejen de ser un tema adicional en la currícula y sean parte central. Cuidar nuestra salud es igual de importante que dominar el lenguaje y las matemáticas.
4. Generar mecanismos de accesibilidad para que las explicaciones, los alimentos y las instalaciones para la actividad física no sean un privilegio, sino una herramienta universal para los ciudadanos de este país.
5. Trabajar de la mano con los médicos familiares para optimizar la prevención de factores de riesgo y tratar de reducir la necesidad de tratamiento.
No basta con etiquetas y comerciales que, aunque ayudan, sin el contexto adecuado, la educación mínima y las condiciones necesarias, se convierten en iniciativas aisladas frente a un problema crítico que requiere nuestra atención, recursos y seriedad.
Por la salud de nuestra ciudadanía y de nuestro país, debemos actuar ya. No ignoremos la bomba de tiempo.