El sistema taungya y la reposición del planeta

Jalisco /

El mundo sigue rodando, como hace millones de años. Si seguimos así pronto el planeta se estará recuperando de su pandemia: de homo sapiens. Seguirá rodando saludable.

Se repuso en el Terciario, después de la gran colisión (o quizá, como piensan ahora los entendidos, después de la gran erupción volcánica).

En todo caso se extinguieron los dinosaurios, se acabó la exuberante vegetación que, con el pasar de los milenios, generó los depósitos carboníferos y de hidrocarburos.

El planeta siguió rodando, pasaron los millones de años, surgieron los mamíferos, se redujeron las nubes, llegaron los rayos del sol nuevamente a los mares y a los continentes. Crecieron los bosques, se llenó de oxigeno la superficie terrestre. Apareció el homo habilis hace dos millones de años. Creció la especie humana. Siguió rodando la tierra.

Por lo menos, cuatro grandes glaciaciones y otros tantos calentamientos globales. Nada nuevo bajo el sol. Los bosques, la vegetación siguen produciendo y generando oxígeno. Cuanta más vegetación más oxígeno hay. Sola se regenera la superficie del planeta tierra: nuestra casa. Del oxígeno depende la sobrevivencia de nuestra especie; y de la vegetación depende el oxígeno. Todo lo demás es ecología popotera, conservacionista en el mejor de los casos; y el conservacionismo siempre lleva las de perder terreno.

En las zonas boreales, los grupos humanos ya aprendieron a cortar, aprovechar y replantar los bosques de especies maderables. Siguen y copian el ciclo vital de la madre tierra, cortando y replantando.

En el sureste asiático, desde mediados del siglo XX prosperó el sistema taungya: el entreveramiento de cultivos anuales de subsistencia campesina entre las nuevas reforestaciones.

En el sureste mexicano, y en toda Centroamérica, en el siglo XIX y principios del XX el entresaque de árboles de especies maderables, sobre todo cedro rojo y caoba, resultó ser una depredación paradójicamente bastante conveniente, porque no abatía la convivencia de especies variadas; y hasta la ramazón y las semillas dispersas contribuían a la regeneración del conjunto selvático.

Otro, muy diferente, es el sistema arrasador brutal practicado ahora, ése sí: salvaje depredación, en países tropicales de África, Oceanía y América del Sur y Central. Con el agravante de que en la mayoría de los casos se trata de suelos muy delgados y pobres, que al ser desnudados se deterioraron de manera casi irremediable.

En 1974, la Comisión del Río Grijalva, una de las 14 de la Secretaría de Recursos Hidráulicos (que incluía la del lago de Texcoco, a cargo del benemérito Ingeniero Nabor Carrillo), inició el Plan Balancán-Tenosique, en la frontera con el Petén de Guatemala.

Entre otras tareas iniciadas, con una visión integral, se proyectó la reforestación de una parte importante del territorio, con suelos muy delgados y empobrecidos. Pero no como bosque uniespecie, sino alternando variedades para evitar la plaga del gusano cogollero.

Además, se aprendió de la experiencia del sistema taungya de Birmania e Indochina, alternar cultivos anuales campesinos intercalados con los arbolitos en crecimiento. Nada empieza de cero.

egaraiz@gmail.com

  • Esteban Garaiz
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