Han pasado 14 años de que comentamos en este espacio el tema de la matrícula universitaria. Resulta ahora obligado volver sobre él.
No sólo porque sigue latiendo la pública confrontación entre el gobernador del estado y la dirigencia de la Universidad de Guadalajara sobre el tema inevitable de los recursos públicos disponibles y su obligado destino.
Confrontación en la cual resultaría improcedente, y hasta contraproducente, que esta columna se entrometiera, carente como está de los elementos necesarios para juzgar.
Puede resultar útil, en cambio, citar ahora algunos de los criterios genéricos de ética pública. Porque, finalmente, estamos hablando de derechos humanos universales, frente a los cuales está la obligación pública de cumplirlos y atenderlos a cabalidad; y para lo que se requieren recursos fiscales, siempre escasos: con lo que resulta indispensable establecer prioridades.
Decíamos entonces que: “impresionaron los logros obtenidos en los últimos cinco años. Sin duda la presencia de centros universitarios regionales a lo largo y ancho de toda la geografía del estado ha significado para muchos jóvenes jaliscienses una oportunidad de progreso personal e inimaginable hace decenios. Por otro lado, la consolidación de la Feria Internacional del Libro, la más importante de habla española en el mundo”.
Hacíamos notar entonces, y debemos insistir ahora 14 años después, “una seria debilidad: la matrícula. La matrícula escolar, de licenciatura y de preparatoria, creció en esos años, según el informe a una tasa inferior a 2 por ciento anual”.
La UNESCO, que es el órgano de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura, nos está diciendo que, si los países desean en verdad incorporar a todos sus pobladores, tienen que lograr una cobertura universitaria o de educación superior de al menos 40 por ciento de sus jóvenes.
Esto lo han logrado países que nos siguen dejando atrás: Corea, Singapur, China, Cuba, Venezuela, Uruguay, Chile, Argentina y otros. “En México se llega apenas a 22 por ciento, la mitad de lo que propone la UNESCO”.
Resulta, en verdad, incongruente, además de violatorio de los derechos humanos de las y los jóvenes que se presenten con un certificado de la propia Preparatoria universitaria aspirando a ingresar a una carrera universitaria, y que se les rechace y niegue el ingreso “porque no está preparado”.
En todas las sociedades civilizadas, las universidades cuentan con cursos propedéuticos, por uno o varios semestres, con el objeto de resarcir los faltantes académicos, que permitan así a las y los jóvenes aspirantes iniciar sus carreras profesionales en condiciones idóneas.
Todos sabemos que en realidad lo que ha ocurrido en estos decenios es una programada intención de obstruir los espacios a las y los jóvenes aspirantes.
Que esto ha sido, no sólo una consigna nacional, sino que ha manifestado sus consecuencias desastrosas precisamente en lo ahora más urgente: la formación de profesionales de la salud, en la que México presenta un rezago humillante frente a sociedades como Cuba, Ecuador o Bolivia. Rezago que requerirá al menos 8 años en superar.
El índice internacional de médicos per cápita lo deja ver.
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