Nada empieza de cero. Tampoco la historia de Jalisco.
La historia sedentaria de estas tierras jaliscienses no comenzó con el arribo de Beatriz Hernández y sus compañeros colonos a su asentamiento definitivo una legua al sur del pueblito originario de Atemaxac hace casi 500 años.
Ni el mezcal fue la primera actividad industrial de la región de Tequila.
Dos mil años antes ya existía en los valles cercanos una floreciente población sedentaria, agrícola e industrial, cuya dirigencia religiosa, política y económica se asentaba en la colina de Teuchitlán, ahora conocida como los Guachimontones.
Bien logrado resulta que ahora la coordinadora general Estratégica, Bárbara Casillas, y la secretaría de Cultura, Lourdes González, del Gobierno del Estado de Jalisco, hayan inaugurado la Exposición en el Museo de Sitio de los Guachimontones, que ha tenido gran afluencia de gente joven.
Teuchitlán, contemporánea y paralela, e igualmente de planta circular que, Cuicuilco en su asentamiento ritual en el Valle de Anáhuac, y también con espacio para la Ceremonia del Volador, por supuesto que también el juego de pelota (350 a. c.). Así empezó Jalisco. Como en varias otras latitudes del área cultural mesoamericana, aprovechó (como siempre ha ocurrido en la historia de la humanidad) las ventajas comparativas que la naturaleza le ofrecía.
En este caso la fecundidad agrícola de las tierras ribereñas en las cuadriculas del humedal (además de la pesca) y, sobre todo, los grandes depósitos de obsidiana del cercano Volcán de Tequila para toda clase de artefactos industriales.
Los arqueólogos han encontrado piezas de diversos artículos de obsidiana de Tequila, como puntas de flecha, raedores, cuchillos y demás, en emplazamientos mesoamericanos tan lejanos como Centroamérica y, por supuesto, en el Valle de Anáhuac (Cuicuilco).
Lo cual demuestra no sólo una eficaz industria lítica en las cercanías del Volcán, sino además un floreciente comercio exterior en un espacio económico regional amplio. Eso desde al menos 500 años antes de nuestra era.
Como en muchas otras partes del planeta, esta región también ha sufrido catástrofes climáticas, que han derrumbado estructuras sociales, económicas, religiosas y políticas.
Y de nuevo la sociedad humana se ha repuesto y reorganizado tanto económica como social y políticamente, con lo que logra conservar hasta hoy y en adelante.
Además, naturalmente, de la vocación migratoria de la especie humana, que hoy ocupa todos los espacios del planeta, y, aun así, continúa en sus reajustes poblacionales.
También encomiable que los ciudadanos actuales habitantes de San Juanito Escobedo están con entusiasmo rescatando sus valores ancestrales, e incluso rituales de su asentamiento originario de Atitlán, es decir, cercano al agua, en las cuevas junto a los humedales, ahora drenados, en memoria y recuperación de sus raíces.
Como tantos poblamientos a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional, encontramos el triple nombre: originario, colonial y republicano; lo que sustenta y ofrece sentido de pertenencia cultural y continuidad. Lo sabía el querido maestro don Luis González y González, nativo de San José de Gracia.
Esteban Garaiz
egaraiz@gmail.com