1974, discos cincuentenarios (i): progresión, art rock y glam

León /

Un repaso breve por algunos de los discos que cumplen medio siglo y siguen sonando como si fueran sacados del horno ayer. Aquí la primera parte.

Arrancamos con Here Come the Warm Jets, debut en solitario de Brian Eno, además patriarca en ciernes del ambient:: andanada glam vertida sobre bases art pop de vanguardia, incluyendo innovaciones en los procesos de grabación y producción. Y por no dejar, también entregó Taking Tiger Mountain in Strategy, su segundo álbum del año en el que despliega las cartas para buscar respuestas creativas, empezando por crear su propio juego y, de paso, contribuye con este protopunk traído por un tercer tío. Diamond Dogs, en tanto, representó un cierre del glam como sustrato básico, ya sin las Arañas de Marte, entre miradas orwellianas y ciertos apuntes nihilistas y hedonistas para salvarse de la fatalidad y aprender a vivir en tiempos decadentes: álbum transicional de David Bowie.

Después de un arranque incierto y con cambios en su alineación, Supertramp se destapó con Crime of the Century, su tercer álbum y primera obra maestra: art rock en plenitud con un piano incansable, justo para volverte un soñador, criticar la escuela y esconderte en el asilo de tu propio caparazón. Lamb Lies Down On Broadway es el sexto y último de la etapa gabrieliana de Genesis, en el que acompañamos al joven puertorriqueño en su incomprensible viaje trascendental con el sello teatral y la intrincada instrumentación que sostiene la narrativa del vocal, despidiéndose así desde una imaginería absoluta. Por su parte, Country Life es un feliz encuentro entre el glam, la progresión y el artpop; un paseo por los campos abiertos de la sofisticación, adornados con las cuerdas de un innovador violín. Confirmación definitiva de la trascendencia de Roxy Music y su peso específico en la historia del rock.

Un doblete (Starless and Bible Black y Red) para el cierre de una etapa de ese organismo mutante ideado por Fripp, nombrado King Crimson, aquí en compañía de Wetton y Bruford, y Cross en el primero: progresión infectada de improvisaciones que tienden hacia la oscura densidad. Con 5 cortes y tras un promisorio debut, Camel entregó Mirage, álbum confirmatorio que se mueve en los terrenos de la fantasía progresiva habitada por una hermosa dama y un jinete blanco, envueltos en el espejismo de un fuerte tornado con espíritu tolkieniano, mientras que Rock Bottom fue atravesado por un accidente que dejó a Robert Wyatt parapléjico, situación que se refleja en los seis pausados cortes, dominados por los teclados y donde convive una extraña forma de renacimiento, no exenta de dolor. Obra maestra del ex Soft Machine.

Ideal para entrar al intrincado universo de Frank Zappa, Apostrophe (‘) reboza sátira social y humor ácido, entre guitarrazos propios del rock setentero y narraciones desternillantes, pasadas por ciertos destellos jazzeros e incisivas improvisaciones, mientras que The Confessions of Dr. Dream and Other Stories, álbum de Kevin Ayers, ahora en tesitura conceptual con toques de vanguardia, se manifiesta desde un glam efusivo infectado por un country progresivo, con todo y sus guitarras emergentes. Ahora que el poder sigue corrompiendo y la gloria anda extraviada, se produjo The Power and the Glory, el sexto álbum de Gentle Giant con los influjos folkies y renacentistas de costumbre, tejidos entre su elaborada construcción armónica. Proclamas aspiracionistas del fuera máscaras.

Relayer fue el séptimo disco de Yes, ya sin Wakeman y con Moraz en los teclados, insertando ciertos apuntes funk y jazz a la progresividad, justo para abrir las puertas del delirio. Tres grupos alemanes: Can produjo Soon Over Babaluma, ya sin Suzuki pero sin perder su aliento expansivo de rock experimental; el dueto berlinés, Cluster, entregó su tercer disco, Zuckerzeit, de naturaleza más melódica y en la lógica de mantener los principios del krautrock para incrementar la influencia en la música electrónica por venir, precisamente por donde transitaron los maestros de Kraftwerk con su clásico Autobahn, dejando una carretera bien pavimentada para la electrónica y sus múltiples subgéneros por venir.

Repartiendo una baraja que va del folk al artrock con algún toque orquestal, los ingleses de Renaissance, comandados por la atemporal vocal de Annie Halsam siempre emergiendo entre las elaboradas instrumentaciones, entregaron Turn of the Cards, en tanto Mike Oldfield produjo Hergest Ridge, segundo disco tras su exitoso debut que también constó de dos piezas, ahora con el influjo del ambiente rural frente a la colina ubicada en la frontera de Inglaterra y Gales. Desde Italia, Premiata Forneria Marconi entregó L’isola di niente, justo para llenar esa nada isleña con melódica progresión que mira hacia la dulce María; por su parte, Peter Hammill, fundador de Van der Graaf Generator, se destapó con un doblete: The Silent Corner and the Empty Space, infectado de cierta psicodelia progresiva, y el pop barroco desplegado en In Camera.


  • Fernando Cuevas
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