Formó parte de la llamada Escuela de Londres, junto a Lucian Freud, Michael Andrews y Francis Bacon. Nacido en Berlín en 1931, logró escapar del nazismo a Inglaterra cuando tenía 8 años, mientras sus padres eran víctimas del holocausto en Auschwitz. Su trabajo pictórico, fuertemente influido por la escultura y de aliento renacentista, se fundamentó en el arte figurativo y la remarcación en el lienzo para retratar a personas conocidas por él y a la vida cotidiana de las calles del norte de Londres, donde trabajó incansable y solitariamente en un pequeño estudio de Camden que le prestó su amigo y colega Leon Kossoff, quien al igual que él, fue discípulo de David Bomberg, hacia finales de los cuarentas y principios de los cincuentas.
Frank Auerbach empezó a dar clases en 1955, después de un acercamiento con el mundo del teatro, y tuvo su primera exposición en la Beaux Art Gallery en 1956 y los años subsiguientes, así como en Marlborough Fine Art de Londres y la Marlborough Gallery de Nueva York, donde su participación fue constante durante las siguientes cuatro décadas. Entre muchas otras exposiciones y presencia en los principales museos del mundo, destacaron una retrospectiva en la Galería Hayward en 1978; una titulada Frank Auerbach Etchings and Drypoints (1954-2006) en el Museo Fitzwilliam de la Universidad de Cambridge, y una más en la Tate de Londres durante 2015-2016, que consistió en una magna retrospectiva de su obra.
Además, como lo demostró en su exposición en la National Gallery de Londres en 1994, titulada Working After the Masters, tuvo en su mirada la sombra de gigantes como Rembrandt, Tiziano y Rubens, artistas centrarles del desarrollo pictórico durante el renacimiento. El pintor protagonizó el filme Frank Auerbach: To the Studio (Rothschild, 2001), producido por su hijo Jake Auerbach, reconocido documentalista, y en el 2024 se montó la exposición Frank Auerbach. The Charboal Heads en la Galería Courtauld, integrada por un conjunto de obras al carboncillo de gran formato, realizadas en la etapa de la posguerra.
Su obra tuvo una fuerte influencia del pintor británico John Constable y con frecuencia utilizaba la técnica de pintar en el lienzo y después raspar la obra, repitiendo el proceso varias veces y dando como resultado una extraña espesura en sus cuadros, además del peso incrementado, como si su mundo se estuviera reconfigurando constantemente hasta alcanzar el estado esperado. Parte de su obra se enfocó a pintar a determinadas personas de manera reiterativa, en particular a su esposa, la también artista Julia Wolstenholme, a la estudiosa del arte Catherine Lampert y a Estella Olive West, con quien mantuvo una relación, además de alguna otra modelo.
Su personalidad ensimismada y obsesiva lo llevó a dedicarse prácticamente por completo a la pintura, saliendo muy rara vez de su estudio y llevando una vida de abrumadora sencillez. Muy reconocidas fueron sus pinturas de testas, como la Cabeza de Gerda Boehm (1965), propiedad de David Bowie que tras su muerte se vendió en alrededor de 5 millones de dólares, en la que predomina un contraste mortuorio entre tonos blancos y gruesos trazos en negro, o la Cabeza de Julia (1997), en colores marrón con una secuencia de líneas que le dan un efecto intrigante.
Este 11 de noviembre, el gran pintor germano-británico murió en Londres a la edad de 93 años: nos deja su inquietante y prolífica obra y, de acuerdo con sus palabras, una incansable batalla con la tradición, entre recuperarla y trascenderla, como si de una lucha incesante con el lienzo se tratara en la que nunca se termina por ganar del todo. Un aparente caos del que emerge, al fin, un rostro, una persona, una sociedad agrietada pero al fin visible en esos paisajes urbanos de grisácea presencia.