Territorios y fronteras

León /

Un par de películas en clave de western que enfatizan la importancia del territorio como espacio de imposible convivencia y como extensión del poder personal o de grupo. Colonialismos a principios del siglo xx y, en otro sentido, a inicios del xxi, ya sea perpetrados por grupos político-económicos de élite o empresas trasnacionales con capacidad de maniobra casi ilimitada: las comunidades se fracturan ante la ambición de expandirse más allá o frente a la necesidad de buscar una nueva vida. Ambas se pueden ver en la plataforma mubi.

Territorios en venta

As bestas (Francia-España, 2022) narra un conflicto en un pequeño pueblo de Galicia, donde una empresa de energía eólica de capital extranjero ofreció comprar los terrenos a los habitantes, a bajo costo, para expandir sus operaciones: varios aceptaron pero un matrimonio francés de mediana edad asentado ahí (Denis Ménochet y Marina Foïs), que puso un huerto ecológico y se dedican a reconstruir las casas para volver a darle vida al lugar, se negó con el objetivo de seguir trabajando por la mejora de la comunidad. Esta situación creó un fuerte conflicto con sus vecinos de al lado, un par de hermanos (Luis Zahera y Diego Anido) que viven con su madre (Luis Merelas).

Inspirado en un caso similar ocurrido en el 2010 con una pareja de neerlandeses, objeto del documental Santoalla (Becker & Mehrer, 2016), el director Rodrigo Sorogoyen y la guionista Isabel Peña, quienes han colaborado en El reino (2018), Que Dios nos perdone (2016) y Stockholm (2013), le imprimen al filme su habitual capacidad para generar tensión, acá desde una perspectiva sociocomunitaria, cocinándose a fuego lento y en constante ebullición, impulsada por un score percusivo que contribuye a esta paulatina ruptura de la convivencia que deriva primero en agresiones y después en abierta violencia.

Con ese alegórico prólogo en cámara lenta con el sometimiento al caballo salvaje, la cinta se detiene en analizar las relaciones, ya sea su deterioro o fortalecimiento: entre los vecinos, de la pareja de extranjeros con su hija, de los locales entre sí e incluso con quienes ven los terrenos como una mera herencia pueblerina para ser vendida: mientras tanto, las autoridades dicen que van a investigar o que no pueden hacer nada, como de costumbre. Claro que también es una historia que demuestra la posibilidad de seguir amando más allá de la promesa de hasta que la muerte nos separe, mirada con fuerza feminista en tierra de bestias.

Fronteras en disputa

Realizada por Felipe Gálvez, especialista en edición y ahora debutando como director, Los colonos (Chile y otros países, 2023) es una cruda y descarnada reflexión sobre la construcción de fronteras, la búsqueda del dominio territorial y las consecuentes masacres cometidas contra los pueblos originarios, en este caso los selknam en el archipiélago de la Tierra del Fuego, cuando apenas amanecía el siglo xx. Una época de conquista criminal, reparto de tierras entre los poderosos y acuerdos forzados para establecer los poderes que gobernarían aquellas fronteras del fin del mundo.

El filme se divide en dos partes. La primera consiste en una expedición de un sádico ex teniente inglés (Mark Stanley), que a hierro mata; un mestizo obligado por las circunstancias (Camilo Arancibia) y un mercenario (Benjamin Westfall), para abrir una ruta desde el Atlántico para el paso de las ovejas de un terrateniente (Alfredo Castro); en el camino, se encuentran con un asentamiento de nativos a los que atacan y después a otros grupos de hostiles colonizadores. Y la segunda, en la que un enviado del gobierno, siete años después, visita la región para indagar sobre los crímenes cometidos contra esos nativos y de paso, claro, imponer por la fuerza la ley del grupo en el poder que representa.

Asistimos de una lucha salvaje por el control de caminos y espacios, intensamente retratados por una cámara que abre el panorama de los interminables territorios y nos coloca en las luchas intestinas, a procesos más o menos negociadores, aún con un país dividido fuertemente, en donde la demostración de fuerza se parece más a la violación sexual, como las presentadas en forma de analogía, que a búsqueda de acuerdos y consensos. La atmósfera de lejanía y opresión, de acechanza y fragilidad, fortalecida por un score de quietud desquiciante, se reconstruye con realismo a partir de una puesta en escena directa, cargada de incertidumbre. La cruel integración de una nación.


  • Fernando Cuevas
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