Esos padres tan lejanos

  • Semillas de conciencia
  • Gabriel Rubio Badillo

Tamaulipas /

Con sus niños desatendidos y sin desayunar llegando al kínder. Con la misma ropa del día anterior pero aún sin darse cuenta que eso se llama descuido. Su edad los ayuda a que todo sean risas y juegos. Viven la angustiante experiencia de quedarse en la escuela después de la salida, porque con frecuencia, sus padres olvidaron pasar por ellos.

Padres lejanos e hijos resentidos; arruinándose la etapa de la primaria, porque no se sienten acompañados ni para cumplir con sus tareas. Su tarde transcurre en las banquetas, sus “amigos” les llevan por varios años y conocen la vagancia a temprana edad. Se meten tarde a casa y a nadie parece importarle.

Esos padres distantes, sin tiempo, ni ganas para explicarles los retos de la adolescencia; sus chicos se hacen trizas tratando de entender cómo funciona el amor. Y se precipitan en los placeres de la vida; rebosan y derraman sus copas, el mundo parece caberles en el hueco de la mano. Hunden a fondo el acelerador de las emociones. Y así como ríen toca llorar. Y no hay refugio en los brazos dulces de mamá ni encuentran el calor protector de papá; sus padres están enfrascados en problemas de pareja que arrastran desde la adolescencia; están viviendo aún el mismo tipo de dificultades que sus jóvenes hijos.

Los padres lejanos vieron correr el tiempo pero sus mentes se quedaron antes de los 20. Se aventuraron a la tarea de intentar guiar a otros cuando aún no tenían en claro qué hacer con sus propias vidas. Quizá no es egoísmo sino inmadurez. Quizá la vida los ha mantenido demasiado ocupados, tratando de resolver la siguiente etapa y aún no entienden la anterior.

Por eso sus hijos van por la vida con la vista y la razón nubladas por el alcohol. Creen que ya son grandes porque encienden cigarro tras cigarro. Desconocen a qué sabe un regaño; la indiferencia de sus padres lejanos les ha hecho confundirse con una falsa sensación de libertad y ausencia de límites.

Su vida corre tan aprisa como ellos en esa motocicleta, y a veces se acaba abruptamente en el asfalto. Y ahí, entre el acero, la sangre y el aceite, por fin tienen a sus padres llorando y abrazados a su cuerpo inerte. Ahora si ya están muy cercanos...

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