Marcas verbales de 2020

Ciudad de México /

Murciélagos. En sopa o no, en el imaginario colectivo el murciélago se convirtió en el origen de la enfermedad. Echando a andar los prejuicios y reflejos de cada persona, se habló de los mercados chinos y de lo que ahí se consume, pero hubo poca reflexión sobre los factores que precisamente han aumentado el riesgo de exponernos a nuevos virus: la deforestación, el tráfico de especies silvestres, la reducción de sus hábitats y la presión humana que ponemos sobre ellos. El chivo expiatorio fueron los murciélagos.

Fronteras. En la Edad Media se amurallaban ciudades enteras para contener o evitar la peste o un virus, a pesar de que los resultados no fueran siempre los esperados. En febrero, los gobiernos evocaron la misma fórmula y cerraron las fronteras nacionales, se prohibieron vuelos provenientes de lugares específicos, la xenofobia se intensificó y se habló del virus chino y de las caravanas migrantes portadoras de la enfermedad. En el fondo, nada nuevo. Aquí en México también hubo cierres, límites, pero en otros niveles y con otro tipo de personajes: habitantes de poblados, presidentes municipales y por el narco. Y hubo otra marca de fronteras, pero no necesariamente territoriales. Covid-19 no es una enfermedad profundamente democrática —como se llegó a decir—, sino que se ha vivido como un problema de clase. Carecer de protección social, ingresos durante un encierro, servicios públicos o tiempo para el cuidado para personas mayores y enfermas, implicó la imposibilidad de retrasar los contagios, de mantenerse con mayores probabilidades de vivir.

Otredades. La enfermedad creó expectativas colectivas, muchas contradictoras, pero todas traicionadas por el otro, la otra: ante la expectativa traicionada de que todas las personas se quedaran en casa, quedó enojarse con los pobres que no pararon, que no pudieron hacer ese esfuerzo; enojarse con la actuación del conocido, con las bodas, las reuniones; esperar que el familiar se tome los remedios y las curas milagrosas que encontraron en redes, que algún oscuro poder no quiere que se difundan; querer que todos usen el cubrebocas, que mantengan la distancia, que no saluden, no estornuden, no tosan. La culpable del desorden fue siempre la otra persona.

Pausa. Las epidemias conllevan efectos desorganizadores colectivos e individuales. El miedo, la angustia, la consternación, la soledad y la acedia se hicieron presentes. Cambió el ritual de la muerte, la forma de saludarnos y el contacto con las otras personas y con nosotros mismos. Cambió por eso también la salud mental, y esperamos todos que se trate de una pausa, que la normalidad regrese.

Vacunas. En la carrera por el desarrollo de la vacuna han interactuado líderes mundiales, empresarios y grandes compañías farmacéuticas con miles de científicas y científicos detrás. La llegada de las vacunas ha traído también mezquindad, y el apelo a la mezquindad entre países revestida de interés nacional. Todo el mundo suscribió la pretensión mexicana de que la vacuna se tratara como un bien público mundial, pero al final la geopolítica triunfa sobre el humanismo, y el valor de la vida de algunos pueblos se hace valer por encima de otros. Entre individuos se ha reclamado el derecho a comprar vacunas si es que “yo puedo pagarla”, acaso el mayor éxito del neoliberalismo, la salud reducida al consumo. Tiempos de dolores sociales y continuidades ideológicas, económicas, geopolíticas, que nos trajeron a este berenjenal.

  • Gauri Marín
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