Este viernes se informó que México perdió la resolución del panel encargado de resolver la disputa sobre el uso del maíz transgénico. Esta disputa ocurre en el marco institucional del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) y se originó a partir de un decreto presidencial de 2023, que estableció la prohibición del uso de maíz transgénico para alimentación humana y la sustitución gradual del mismo para alimentación animal.
Cabe señalar que el resultado del panel no sorprendió a nadie. El argumento utilizado por el gobierno mexicano mencionaba posibles daños a la salud como resultado del consumo de este tipo de maíz. Era evidente que dicho argumento no estaba basado en evidencia científica sólida y que era más bien el resultado de un prejuicio ideológico prevaleciente en algunas áreas del gobierno mexicano. Esto no quiere decir que no haya riesgos con respecto al uso del maíz transgénico. El principal riesgo, sin embargo, tiene más que ver con la posibilidad de contaminación de los maíces nativos y con la posible pérdida de biodiversidad que con temas de salud. Este argumento, sin embargo, aplica en contra de la siembra de maíz transgénico en el país, pero no necesariamente en contra de su utilización o consumo.
En ese sentido, es necesario recordar que en México está prohibido el cultivo comercial de maíz transgénico como resultado de una resolución de 2021 de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En dicha resolución, la Corte le negó el amparo a Bayer-Monsanto y a otras empresas que buscaban que les permitieran la siembra comercial de maíz transgénico. Es interesante apuntar que en la disputa planteada por Estados Unidos no se cuestionó nunca la parte del decreto relativa al impedimento al cultivo de maíz transgénico, sino solo lo relativo al consumo. Y es aquí en donde entra el tema económico del mercado de maíz en México. Si no se entiende este aspecto es difícil comprender el meollo del asunto.
México no importa maíz transgénico para consumo humano. Esto se debe a que hay dos tipos de maíz: blanco y amarillo. El maíz blanco se utiliza para consumo humano y el amarillo para consumo animal. Nosotros somos básicamente autosuficientes en la producción de maíz blanco, pero no así en el caso del maíz amarillo, del cual somos uno de los principales importadores en el mundo. El año pasado, por ejemplo, fuimos el tercer país más importador, solo después de China y Japón. Las importaciones de maíz, por lo demás, han venido creciendo. En 2018 importamos 3 mil 282 millones de dólares de maíz, mientras que en 2023 importamos 5 mil 871 millones de dólares, un incremento de cerca de 80 por ciento. La mayor parte de este maíz importado proviene de Estados Unidos. La preocupación entonces de Estados Unidos no era por la prohibición del uso de maíz transgénico para consumo humano, el cual es prácticamente inexistente, sino por la posibilidad de que la prohibición se extendiera al uso de maíz transgénico para consumo animal.
Esta dinámica del mercado de maíz debería ayudarnos a entender que en el fondo México es un gran consumidor de maíz transgénico. Nuestra preocupación se debería centrar en cuidar lo relativo al cultivo, no necesariamente lo relativo a la comercialización. Ese, creo, fue el error básico del decreto presidencial de 2023.