El retorno de Trump a la presidencia de Estados Unidos ha generado todo tipo de análisis y preocupaciones sobre el efecto que pudiera tener en nuestro país. Hay un cierto consenso sobre dos temas que representarán un gran reto para México: migración y seguridad. Sabemos que estos asuntos están muy presentes en su agenda y es casi un hecho que el magnate estadunidense ejercerá presión para forzarnos a tener un rol todavía más activo en la contención de los flujos migratorios y en el combate al trasiego de drogas hacia Estados Unidos.
Hay un tercer tema sobre el que existe preocupación, pero en el que considero que hay algo de ambigüedad o incluso de confusión: el aspecto económico. Para varios analistas, el arribo de Trump a la presidencia de Estados Unidos pone en grave riesgo a la economía mexicana. Se anticipan efectos catastróficos por una posible cancelación del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) o por la potencial imposición de aranceles a productos mexicanos. Considero que estas conclusiones parten de premisas o análisis equivocados.
Partamos por el principio: el T-MEC fue propuesto y negociado por Trump como un sustituto del anterior TLCAN. El propio Trump ha llamado al nuevo arreglo como el “mejor acuerdo comercial de la historia”. Es difícil pensar que a unos cuantos años de su entrada en vigor Trump quisiera deshacerse de él. Más aún, el acuerdo tiene una vigencia mínima de 16 años. Por ello, incluso si quisiera cancelarlo, esto no ocurriría de inmediato, ya que su vigencia termina en 2036, tiempo más que suficiente para buscar un nuevo acuerdo comercial.
Con respecto al tema arancelario, es muy poco probable que Trump se atreva a aplicar aranceles generalizados a los productos mexicanos. Los principales afectados por eso serían los consumidores estadunidenses, quienes tendrían que pagar más por los productos que hoy importan desde México. Es posible, por supuesto, que Trump quiera aplicar aranceles a productos específicos, lo cual podría tener efectos negativos, pero relativamente limitados. Además, México podría responder a esos aranceles con medidas similares.
En cualquier caso, no resultaría muy lógico que Trump emprendiera en forma simultánea conflictos con sus dos principales socios comerciales: México y China. Sin embargo, de lo que casi podemos estar seguros es que Trump retomará y quizás profundizará su disputa comercial con China. A Trump le preocupa mucho más China que México. La de China no es solo una guerra comercial, sino un conflicto geopolítico por la supremacía mundial. Es, además, un tema de seguridad nacional. Por ello, ante la disyuntiva, es mucho más probable que se acentúe la disputa comercial de Estados Unidos con China y no que inicie una guerra comercial con México. De ocurrir lo primero, esto solo aceleraría e incrementaría el proceso de relocalización de actividades, lo cual muy probablemente beneficiaría a México y fortalecería nuestra posición estratégica con respecto a Estados Unidos. No será sencillo lidiar con Trump, sin embargo, aunque suene un tanto extraño y contraintuitivo, quizás su retorno sea más positivo para la economía mexicana de lo que hubiéramos pensado.