La historia es conocida en política: el mandatario saliente deja tres sobres a su sucesor, los cuales deberá abrir en un orden específico cuando aparezca una crisis política. En el primero, la solución será responsabilizar al gobernante que dejó el poder, la responsabilidad política recaerá, entonces, en un lame duck, un personaje que no puede defenderse y que, además, tal vez ya no tenga necesidad de hacerlo.
El segundo sobre dará la recomendación de cambiar estructura, miembros del Gabinete, personajes cercanos al poder. Sacrificios dolorosos pero necesarios.
El último dirá solo un enunciado: ‘Comienza a escribir tus tres sobres”
El horror del campo de exterminio-centro de entrenamiento del crimen organizado en Teuchitlán ha llevado a replantear esta estrategia, con sus repercusiones a futuro.
Los 200 pares de zapatos y una cantidad indeterminada de pantalones, mochilas y camisetas han metido en su primera gran crisis de seguridad al gobierno de Jalisco y al federal. Las reacciones de ambos son distintas y hablan de la lejanía que existe entre ambos aunque digan otra cosa en sus encuentros con la prensa.
Empecemos con la administración de Claudia Sheinbaum. Fiel a la costumbre del régimen denominado como 4T, la presidenta y su equipo quisieron minimizar el hallazgo. Lo hicieron no sólo en discurso –para la mañana del viernes, el centro de exterminio ya había sido reportado por los grupos de madres buscadoras, la narrativa mañanera fue de triunfalismo luego de la llamada con Trump del jueves anterior– sino también en los hechos: el conocimiento del hallazgo no impidió que Sheinbaum y séquito celebraran su asamblea informativa en el Zócalo de la capital el domingo a mediodía. La tragedia no iba a eclipsar el festejo.
Gertz Manero cambió la tónica, la respuesta dada el martes sobre la posible atracción del caso y la probable colusión de autoridades locales en el encubrimiento del lugar dispararon suspicacias y desmentidos. El fiscal general debía saber que la Guardia Nacional había reportado el lugar desde septiembre, incluso debía tener conocimiento que las fotografías presentadas en esa ocasión no coincidían con lo encontrado por los grupos civiles la semana pasada.
Más aún, si Gertz responsabilizaba al Gobierno de Jalisco de omisiones, tendría que explicar también el maquillaje de cifras de homicidios de todo el sexenio anterior y –aun peor– el aumento inexplicable de desapariciones en el mismo periodo. No es razonable que bajen todos los índices de inseguridad en el país y sólo uno vaya en aumento, uno que no es reportado en las conferencias matutinas de seguridad.
Incluso, al señalar las víctimas de Teuchitlán, la autoridad federal hace un reconocimiento implícito a sus estrategias de seguridad y de incentivos sociales a jóvenes. Las investigaciones señalan que muchos de ellos fueron llevados con engaños a dichos centros a partir de ofertas de empleo, con lo que la justificación de efectividad de programas sociales se vendría para abajo.
Del ‘abrazos no balazos’ ni hablar, es el Rancho de los Izaguirre la medalla a su ineficiencia.
Y en Jalisco, luego de la revelación, propagandistas, opositores, pero también allegados a Movimiento Ciudadano comenzaron a mover la versión de que el hallazgo de septiembre fue responsabilidad de Alfaro y la fiscalía pasada.
Abrieron el primer sobre, no sólo por ser lo políticamente conveniente, sino para sacudirse de una vez el poco alfarismo que aún existe en el estado.
Pablo Lemus salió ayer y afirmó que nadie se lava las manos en Jalisco sobre el caso, pero los reportes periodísticos –malos y parciales, como acostumbra la prensa jalisciense– dirigen la mira al ex gobernador tanto para cobrarle facturas pasadas, quitarle presión al gobernador como, también, puntualizar los evidentes errores en la estrategia dentro del combate al tema de los desaparecidos.
A una semana de la denuncia ciudadana, pareciera que el caso sólo tiende a crecer más. El gobierno federal juega a sus tres sobres de siempre –la culpa es de Calderón y su guerra, los gobiernos opositores y los medios de comunicación–. Veremos cómo juega el gobierno de Pablo Lemus en aguas muy turbulentas.