Contar con una motocicleta no tiene exigencia alguna, basta con sacar la tarjeta de débito o crédito y listo, ya eres un prospecto más de la creciente demanda y uso de este tipo de transporte y con unas horas de practica cree uno estar capacitado para circular por calles y avenidas.
El cuerpo humano se convierte en el chasis, que, al más mínimo impacto, sufrirá sin duda de lesiones muchas veces irreversibles para ser aliviadas rápidamente y en el peor de los casos a la invalidez permanente y a la muerte.
Cuando uno acude a una oficina fiscal con papelería lista y el monto fijado para adquirir una licencia de manejo, ya sea de chofer, automovilista o motociclista, no encontrará un área para hacer pruebas de conocimiento para operar una unidad motriz, ya sea escrita o práctica, y solo bastará hacer la fila, pagar, tomarse la foto y esperar la impresión del documento para estar en la legalidad.
Pero no todo será la sensación de libertad y adrenalina, también significará peligro, dolor, y muerte, ejemplos sobran, diariamente en cualquier ciudad, veremos a conductores y acompañantes que fallecen por derrapar en agua o aceite, por exceso de velocidad, por no contar con casco y otro tipo de protección corporal, o por manejar ebrios o drogados.
Desafortunadamente el mayor porcentaje de accidentes en motocicleta les ocurre a los jóvenes, muchos de ellos repartidores de todo tipo de productos, que se la juegan a diario sin saber si llegaran sanos y salvos a su hogar, sumándole a ello las prisas para hacer un mayor número de entregas y la falta de pericia y capacitación para conducir, o por la falta de respeto que les mostramos quienes manejamos un automóvil.
Y qué decir de la moda en playas o ranchos, donde pululan los cuatrimotos y los racers 4 x 4, conducidos por hijos consentidos, que sin supervisión alguna y sin medir el peligro corren a velocidad inmoderada por dunas o playas, concurridas por turistas con niños sueltos.
Andar en motocicleta o cuatrimotos no es cosa de juego, es un asunto de suma responsabilidad con la que se podrían evitar las fatídicas estadísticas.
Aquí no es cuestión de echar culpas, tanto autoridades como la ciudadanía son parte del problema y la solución.