Ayuda de memoria. La voz de Trump, 2016

Ciudad de México /

La fuerza del discurso de Trump mezcla las notas de la caída y el abandono, el agravio y la ira, la necesidad de una revancha y de un triunfo, presentes todos en la sensibilidad de la sociedad estadounidense, herida por la crisis del 2008 y por la sombra del terrorismo.

La voz de Trump conectó con la franja tóxica de la insatisfacción popular de la sociedad estadunidense frente a sus gobiernos, sus políticos y sus ricos.

El descaro de Trump atrajo a los medios y abrió la puerta del debate público a realidades de la cultura política americana que habían adquirido una especie de carta de ciudadanía del silencio, por ser políticamente incorrectas o programáticamente tontas.

Trump tocó viejas teclas del piano de esa cultura: el racismo, la xenofobia, el proteccionismo, el aislacionismo, el nativismo, la superioridad estadunidense, la antigua arrogancia imperial.

Y ofreció la novedad de una vieja tonada revivida. La tonada de la grandeza americana, del edén perdido, despedazado por la ceguera de los políticos de Washington, por sus desastrosos pactos de libre comercio, sus blandenguerías migratorias, su condescendencia global, su incapacidad de poner a Estados Unidos primero en todos los frentes.

Ha sido un mensaje potente en un envase idóneo: el de las verdades simples, sonoras, bien repetidas, que saltan por encima de las complejidades de los hechos hacia las emociones elementales de una audiencia que quiere creer.

Creo que fue Mark Twain quien dijo que para todo problema complejo hay una solución sencilla, rápida, creíble y completamente equivocada.

Trump es el maestro de las soluciones sencillas. Su voz crea realidad política, establece verdades en el público aún si lo que dice son mentiras claras, empezando por el tamaño de su fortuna.

El discurso no es articulado ni es verdadero, pero es penetrante. Procede de la elocuencia de los talk shows televisivos, donde lo que importa no es la lógica o la verdad, sino el sound bite: la frase que gana la atención y se queda en el recuerdo del público.

Trump es un maestro del sound bite. Cuidado con competir con él en su cancha. Además de la elocuencia chabacana, tiene el poder real.

  • Héctor Aguilar Camín
  • hector.aguilarcamin@milenio.com
  • Escritor, historiador, director de la Revista Nexos, publica Día con día en Milenio de lunes a viernes
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