Inercia y cambio

Ciudad de México /

Hay un nuevo gobierno, pero no hay un nuevo país. Es una obviedad, pero una obviedad viva, cotidiana.

La dejan ver cosas como el estado de emergencia que vive Culiacán o como la actuación del Ejército en Chiapas, disparando sobre una camioneta sospechosa de portar criminales, cuando llevaba migrantes.

El viaje a Acapulco de la presidenta Sheinbaum repitió el esquema de su antecesor, se reunió con autoridades locales en la base naval, no acudió a las calles de la ciudad para oír a los habitantes y ver de cerca lo que les pasa.

Acaso por razones de seguridad: las pasiones y los reclamos populares de los habitantes de Acapulco no están para tomar riesgos. Los acapulqueños siguen tan enervados y exigentes de auxilio como hace un año, después del huracán Otis.

Acapulco es otra ciudad en estado de emergencia que ni el gobierno local ni el federal parecen capaces de atenuar.

El día con día de la prensa no cambia mucho tampoco.

La violencia salta en todas partes, los homicidios no sólo no ceden, parecen acelerarse.

Las protestas de los trabajadores del Poder Judicial son también una realidad transexenal, como lo son, en otro campo clave, la debilidad fiscal del gobierno, las bajas expectativas sobre la economía y las reservas de los inversionistas y los empresarios ante el futuro productivo del país.

La versión que corre sobre la próxima emisión de un bono por 18 mil millones de dólares sería un indicador del tamaño de las urgencias fiscales que hereda el nuevo gobierno y que resolvería, por lo pronto, aumentando la deuda.

El déficit fiscal sigue también ahí, por 5.9 del PIB, lo mismo que siguen ahí el agujero dejado en el sector salud, las obras públicas improductivas no terminadas y las incertidumbres sobre el impacto negativo que tendrá en los mercados la ejecución de la reforma judicial.

Ninguna de estas realidades transexenales fueron creadas por el actual gobierno, pero son su herencia, y son ya también su responsabilidad.

Tiene que gobernar o regobernar sobre todo eso. Y además cumplir con sus propios compromisos, cien, asumidos el mismo día de la toma de posesión.

El nuevo gobierno tiene mucho poder, pero las inercias negativas que hereda tienen mucha realidad.


  • Héctor Aguilar Camín
  • hector.aguilarcamin@milenio.com
  • Escritor, historiador, director de la Revista Nexos, publica Día con día en Milenio de lunes a viernes
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