En 2018 se tradujo al español un libro del filósofo Richard Bernstein: Vida irónica: un ensayo sobre el arte de vivir. Es un acontecimiento que un autor de esta talla haya sido publicado por una editorial independiente tapatía (Pollo Blanco) y que su magnífica traducción sea obra de un tapatío (Alonso Solís).
Hay muchísimas definiciones de filosofía, pero todas caben en dos grandes canastas: la teórica y la práctica. O la filosofía es un ejercicio teórico que tiene que ver con formular y defender tesis y argumentos, o la filosofía es un modo de vida, el arte de vivir. Hay, entonces, dos clases de filósofos: el que se la pasa esbozando argumentos sobre distintos temas y el que se esfuerza por vivir de manera justa, sabia, virtuosa y feliz.
El libro parte de dos tesis principales. La primera, que para vivir bien tienes que incorporar una buena dosis de ironía en tu vida. La segunda, que la filosofía profesional académica contemporánea está en crisis. Esta crisis consiste en que se vuelve cada vez más estrecha, pedante e irrelevante. Si la filosofía quiere superar este estado de irrelevancia, escolasticismo y parroquialismo, tiene que reestablecer un balance entre la tradición teórica y la tradición práctica.
Sócrates es considerado uno de los seres humanos más justos, virtuosos y moderados. Sin embargo, siempre fue un misterio, incluso para sus contemporáneos. La gente no sabía cuáles eran sus verdaderas ideas y posturas. Sócrates es muy bueno para hacer preguntas, pero casi nunca suele darnos respuestas…
Pero preguntémonos qué es la ironía. Si uno consulta un diccionario, consiste en un tropo que implica decir una cosa y dar a entender su contrario. En realidad, hay un sentido de la ironía mucho más profundo. Consiste en autocuestionarnos una o muchas de nuestras identidades como seres humanos. Por ejemplo, un papá que toda la vida se mata trabajando para comprarle cosas a sus hijos, y nunca está en casa. El día en que se da cuenta de esto es probable que tenga una experiencia de perturbación irónica. Quizás se diga a sí mismo: “Yo pensaba que cumplía como papá al darles bienes materiales a mis hijos, pero ahora me doy cuenta que ser un buen papá no sólo consiste en eso”.
La idea central es que no hay nada más sano para el ser humano y las sociedades que el cuestionar y examinar sus ideas, creencias, conceptos y presupuestos. ¿Por qué? Porque hay una diferencia entre una identidad y el ideal que encarna dicha identidad. Por ejemplo, ser abogado implica practicar una serie de ideales y valores encaminados a la justicia. Pero si un día ese abogado se da cuenta que se la pasa defendiendo a gente que él sabe que cometió delitos y son criminales, se puede preguntar: ¿realmente estaré siendo abogado, es decir, verdaderamente encarno el ideal de justicia para el que debe vivir el abogado? Éste el momento de perturbación irónica, un momento crítico, difícil, que implica casi una autohumillación porque tu vida práctica no se corresponde con el ideal de tu vocación.
No hay nada más peligroso que el dogma, que reposar seguros sobre una identidad que se cree firme y fija. No hay nada más peligroso que no pensar y asumir que se tiene la razón. El libro es una invitación a cuestionar nuestras creencias, sobre todo las más incómodas. Ahí se abre la posibilidad de tener un momento de perturbación irónica donde pueda surgir una pasión moral por ser fieles a los ideales que queremos encarnar.