De Federico García Lorca: La Casa de Bernarda Alba (y la Psicología: la personalidad autoritaria)

Estado de México /

La obra de teatro “La casa de Bernarda Alba”, escrita en 1936, por el poeta y dramaturgo español, Federico García Lorca, nos habla de una mujer autoritaria y opresora de 60 años (Bernarda), que ha enviudado por segunda vez y obliga a sus cinco hijas: Angustias, de 39 años; Magdalena, 30; Amelia, 27; Martirio, 24; y Adela, de 20, a guardar luto obligatorio por ocho años.

A Bernarda lo que le importa es cuidar las apariencias: “Mantener una imagen de respetabilidad, disimulando lo que se considera socialmente censurable.”

En la obra viviremos la violencia intrafamiliar, la opresión, el amor incomprendido, el odio, la codicia, la envidia y la lucha por la libertad.

El género es tragedia: “Voz griega, tragoedia, canto del macho cabrío, entonada en honor a Dionisos, dios del vino” Aristóteles define: “Narración donde los personajes experimentan un giro en la suerte que los lleva a la desgracia (peripecia), el espectador siente temor y compasión, y los eventos le causan una purificación (catarsis).”

Definamos personalidad autoritaria: “Un tipo de personalidad que hace referencia a un “individuo potencialmente fascista”. Poseen un superego estricto que controla a un ego más débil incapaz de hacerle frente. Estos individuos crean una visión cínica de la humanidad y establecen una dependencia de la fuerza. Hay una tendencia a centrarse en los que violan (según ellos) los valores convencionales de la sociedad y actúan con dureza hacia los infractores. Se distinguen por sus actitudes intolerantes y rígidas, son racistas, xenófobos, agreden a grupos con marginación social y étnica, en general están llenos de prejuicios.”

Pareciera que lo anterior fue hecho fielmente para Bernarda. Más no adelantemos hechos y vayamos a la obra, inicia con la plática de dos sirvientas dentro de la casa que es de un blanco impecable semejando pureza y recato, se quejan que por la muerte y los rezos del marido de Bernarda (que en vida le metía mano a las criadas) no han comido y han robado un poco de comida.

Criada.- ¡Si te viera Bernarda!

La Poncia.- ¡Como no come ella, quisiera que todas muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia le he abierto la orza de los chorizos!

La Poncia es la sirvienta más vieja y es como el espíritu de la casa, sabe y lo ve todo, es la única que encara a Bernarda.

Se escuchan voces y La Poncia dice: “Limpia, que si Bernarda ve, nos arranca los cabellos.”

Llega Bernarda del velorio con muchas mujeres y regaña a la criada porque no se ve limpio, la criada llora:

Bernarda.- Los pobres son como animales; parece que están hechos de otra sustancia. Mujer 1.- Los pobres también sienten sus penas. Bernarda.- Pero las olvidan delante de un plato de garbanzos. Muchacha.- Comer es necesario para vivir. Bernarda.- A tu edad no se habla a los mayores. Mujer 1.- Niña, cállate.

La obra transcurre entre las ansias de boda de las hijas de Bernarda, para librase del yugo y del encierro, las intrigas entre ellas y los deseos corporales, sobre todo de las más jóvenes: Adela y Martirio.

Bernarda no quiere darse cuenta de lo que en verdad sucede porque su casa no es una casa vulgar. Si bien la comunidad sabe todo.

La única que tiene permiso de Bernarda para contraer nupcias es Angustias, la hija mayor, de su primer matrimonio, que ha heredado una fortuna de su padre ya fallecido.

El agraciado será Pepe el Romano, de 25 años. Con Angustias de 39, todos saben que él se casa por dinero.

Pepe es seducido por Adela la más joven, que después de verse con Angustias, se acuesta con ella en las caballerizas. Hasta que explota el escándalo y Bernarda le dispara, sin darle, pero dice que lo mató. Adela se suicida.

Ante esto Bernarda grita: “¡Nadie diga nada! Ella ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho!”


  • Hugo G. Freire
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