¿Dónde y como están esas mujeres grandes? Los tiempos han cambiado y parece que esas mujeres son invisibles, porque no las podemos ver o porque no las queremos mirar…En una sociedad que sobrevalora una sola etapa de la vida –la juventud–, los viejos son uno de los sectores más discriminados, y dentro de ellos las mujeres llevan la peor parte…
Extracto de libro Mujeres grandes,
página 19 (Sincronía Encuentros, 2014)
Son las primeras semanas de septiembre y observo con recurrencia una cuadro con un texto que se comparte por varias mujeres en mis redes en la que se puede leer “el horror que produce la vejez femenina es otra forma de negar nuestra existencia. Ojala todas lleguemos a ser viejas revoltosas y entregadas a la gozadera”. Una frase sin autora, o mejor dicho, de múltiples autoras si consideramos la empatía que puede generar una gran verdad y una aspiración en una sola expresión…lo que casi puedo asegurar es que esta pensada y escrita desde una mujer, o varias de ellas, con consciencia feminista.
Cierto es que quienes comparten la frase en mis redes son mayoritariamente mujeres, a varias de ellas las identifico en el grupo de edad de los “30 y más”, es decir, mujeres jóvenes y otras no tanto, no para la mirada social, política y económica que sitúa la vejez de las mujeres casi rondando los 30 años ¡ni que decir de las que superan los primeros cincuenta años! Con las diferencias de edad y respectivas condiciones vitales, todas las que comparten el texto asoman, y en con sus posteos denuncian, como rasgo común la preocupación y la rebeldía por la concepción sobre la vejez, esa vejez feminizada que nos reduce e invisibiliza. Sí, la vejez femenina que, a diferencia de la masculina, nos convierte en seres invisibles, no deseadas y poco útiles. Tales afirmaciones no resultan arbitrarias, sobran ejemplos para acreditar estos y otros adjetivos en torno a la edad de las mujeres, muchas de estas apreciaciones vinculadas a las corporalidades de las mujeres. Una sociedad que valora a las mujeres por esos cuerpos bellos, jóvenes y gestantes, que al dejar de serlo dejan de ser útiles.
(…) Hay una ideología juvenilista en el mundo global, terriblemente juvenilista, y eso también implica una ideología de la exclusión de las viejas que refuerza la estructura excluyente social …
La sociedad excluye a las viejas y luego las incluye para cosas muy tradicionales, con todo y la modernización del género que hemos vivido, las incluye para cuidar y para seguir cuidando, como hacen las abuelas con los nietos (…)
Marcela Lagarde en Mujeres Grandes, página 552.
La vejez como una preocupación y ocupación en la consciencia de algunas mujeres, no es un tema nuevo, se mantiene vigente e insuficientemente problematizado y atendido. No se trata de un tema abordado en voz alta, no siempre y no por todas. No es se trata de una preocupación o denuncia coyuntural, esta presente y vivo cada vez con mayor fuerza en las consciencias individuales y colectivas. No así en las agendas gubernamentales, aunque ello es materia de otro análisis, de otros cuestionamientos y denuncias.
Es a partir de esta frase de múltiples posteos que recordé el libro Mujeres Grandes escrito a cuatro manos en el año 2013 por Patricia Kelly y Alicia Ibargüengoitia, y prologado por la también brillante pluma de Sara Sefchovich. Un libro que recupera 26 entrevistas a mujeres, testimonios vivos, todas con diversas rebeldías y destacadas trayectorias…todas mujeres grandes, mujeres adultas, ¡pero sobre todo grandes habiendo elegido cada una distintas gozaderas! Sí, mujeres grandes, las que otros llaman mujeres viejas o locas. Entre las entrevistadas, la activista Rosario Ibarra de la Piedra, la poeta Thelma Nava, la política Guadalupe Rivera Marín, la astrónoma Silvia Torres Castilleja, la compositora Ema Elena Valdemar, entre otras.
Una lectura de testimonios que recomiendo ampliamente para aquellas mujeres, principalmente, que deseen asomarse a otras miradas, a otras posibilidades de nombrar sin eufemismos una etapa de vida que no escapa a los cuestionamientos y preocupaciones vitales asociadas a la violencia, a la soledad, a la marginación, a la discriminación, a la desigualdad por el hecho de ser mujeres. La libertad que da una edad “en la que se gana libertad para hacer lo que se quiere y como se quiere”, en palabras de una de las entrevistadas Guadalupe Marín Rivera. O al menos así tendría que ser, la mirada interseccional nos recordará que esa libertad invocada por Rivera Marín no es conquista de miles y millones de mujeres que en su etapa adulta de vida siguen presas, sometidas y subordinadas por violencias patriarcales. Sí, la vejez también contiene narrativas tan diversas como quien las nombra.
Un conjunto de entrevistas que nos presentan otras posibilidades de vivir, comprender, problematizar la vejez de mujeres, de algunas mujeres, no de todas, porque cierto es que la vejez requiere esa urgente mirada interseccional para comprender que la vejez, como la niñez y la juventud, y cualquier etapa de vida, presenta profundas desigualdades en los cuerpos y vidas de unas mujeres en relación a otras. Ser mujer y ser vieja, se escribe también en plural. No es la misma vejez para todas las mujeres, no cuando desde el nacimiento entre nosotras existen y pre existen profundas brechas. En el caso de las 26 entrevistadas no es la excepción.
Un libro con contenidos tan vigentes como debatibles, sin verdades universales sí individuales, un titulo atractivo y trasgresor mujeres grandes que incluye la referencia del tamaño intelectual, artístico, de trayectoria de vida, de legado …¡ah y también de la edad de cada una de las mujeres entrevistadas!. A partir de ese descubrimiento me gusta nombrar a las mujeres adultas, como mujeres grandes, hablo de sus vidas, de sus frutos cotidianos y de sus resistencias, en sustitución de encubrimientos del lenguaje.
(…) La palabra “viejo”, “vieja”, empezó a usarse desde el año 1068 de nuestra era, y todavía hay quien la considera una falta de respeto. La tememos, por ello se han inventado diferentes eufemismos para no agredir a nadie. Aparecen términos como “los adultos en plenitud”, “los años dorados”, “la tercera edad”, “los adultos mayores” o el diminutivo “viejitos” o “viejitas”, dicho con cautela y casi en voz baja. En este país, cada cambio de sexenio, o por señalamientos de políticas internacionales, se usa un término para identificar a la población senecta (…)
Extracto libro Mujeres Grandes, página 21.
En este afán de seducir la curiosidad de las y los lectores al libro de Kelly e Ibargüengoitia reproduciré algunos de los testimonios que asoman otras miradas sobre la vejez femenina y la nada nueva búsqueda de esas gozaderas como espacios de rebeldía, autonomía y apropiamiento de las mujeres sobre ellas, sus vidas, destinos, incluida, su vejez.
“…Yo siento que debería de haber clases para la tercera edad, pero no clases de cositas inútiles. Tengo dos amigas insufribles, mayores de ochenta y algo, ochenta y muchos, a las que veo por disciplina para aprender lo que no debo hacer…”
(Anilú Elias Paullada, feminista y publicista, página 73. “Estamos apenas entrando a machetazos a la jungla de la vejez)
“…Las mujeres mayores debemos erotizar la vida… ”.