El sábado pasado se cumplieron 35 años de la Caída del Muro de Berlín. Paradójicamente, cuatro días antes, en la Potencia vencedora de la Guerra Fría -que se proclamara como paladín de la democracia, los derechos humanos y el libre mercado-, se eligió como Presidente a quien habrá de concluir los 170 kilómetros restantes del muro fronterizo entre México y EE.UU., para completar los 900 de esa barrera que superará con creces los 45 de extensión del que dividía Berlín.
Lo ocurrido hace 35 años dio inicio al fenómeno de las transiciones a la democracia en Europa y América Latina, y el fin de las dictaduras de partido único en las repúblicas soviéticas, o de las militares en nuestra región. En México, 10 años después el PRI resultaba derrotado por vez primera en una elección presidencial.
Tanta fue la euforia por lo ocurrido que Fukuyama vaticinó “El Fin de Historia”. Sin embargo, Huntington alertó sobre las contra olas de la democratización. El tiempo le dio la razón, con la emergencia de liderazgos fuertes y populistas en algunos países (como México); la irrupción de partidos de ultraderecha y el auge de la xenobia, el aislacionismo, el proteccionismo, el nacionalismo y los populismos de izquierda y de derecha. Fruto de lo anterior es el primer arribo al poder de Trump en 2016 y su regreso en 2024.
Ahora bien, ¿cómo impactó o interpela todo esto a México? Mientras en otros países los partidos se reconfiguraron y sus líderes cambiaron, el PAN y el PRI fueron incapaces de hacerlo; y, en vez de cambiar, sus dirigentes se reeligen eternamente y con prácticas aún más antidemocráticas.
Si bien las nuevas presidencias de México y EE.UU. coinciden en el tiempo, la primera, aparentemente, tiene una correlación interna de fuerzas más favorable que la de Trump. Empero, el poderío y la amenaza del segundo deriva de sus amplísimas facultades discrecionales en la política exterior: puede mandar a hacer la guerra, sin que ésta haya sido declarada por su Congreso. Tan sólo de 1900 a la fecha, ha realizado 36 intervenciones militares en el mundo, declarando la guerra en solo dos ocasiones.
De las represalias que pueda tomar contra los cárteles de la droga de México nada es imposible. La respuesta puede ser militar o económica y comercial. Más vale que el Gobierno Mexicano tome en serio las advertencias de Trump buscando resolver los problemas por las vías diplomáticas y del derecho internacional. De lo contrario, ambas naciones saldrían perdiendo.